Capítulo nueve

jueves, 15 de noviembre de 2007

Apagamos la luz, a ella le daba pena.

Era una de mis mejores amigas de la adolescencia. La conocí en la secundaria, recuerdo que el primer día lo primero que hice fui ubicar a la mejor fémina del lugar, claro, tenía que ir preparando el terreno y lo mejor era ubicar a la presa desde un principio, los buitres de segundo y tercer grado rondaban las filas de los de primer ingreso y era mejor adelantarse a sus garras rapaces.

Pitus y Juan habían entrado a la 2 porque decían que ahí había más desmadre, y tenían toda la razón. Al segundo día ya los habían suspendido, eran todo un caso.

Había llegado temprano a la escuela, dejé la mochila en el salón y salí a cotorrear con los amigos, pre-púberes tratando de descubrir sus nuevas adquisiones en forma de vello y espinillas. Desde la puerta donde estábamos alcancé a ver que se paraba el autobus, y bajaba una menuda niña de pelo castaño en medio de todas las demás. Estaba nerviosa, no sabía a donde llegaba y volteaba para todos lados a ver si encontraba alguna cara conocida. Yo la vi, pero ella no me vio.

Aun era yo una persona muy tímida, demasiado y aunque estaba dentro de mi el querer ser una persona más social, más abierta, me costaba mucho trabajo. Pero el simple hecho de verla hizo que la timidez se esfumara, algo totalmente contrario de lo que hubiera pensado que pasaría. Fue quizá su timidez, verla tan fragil o indefensa que yo que me hizo sentir fuerte. Dejé a mis amigos y me dirijí como un zombie hacia ella. Me vio, la ví. Hola. Hola. ¿Te ayudo con tu mochila?. No gracias es el primer dia, no traigo muchas cosas. ¿En qué salón te tocó?. 1ºD. Que mala suerte, a mi en el 1ºC, que al cabo están al lado. Sus mejillas dejaron escapar un tono rosado por la pena que sentía, y eso me hizo sentir mejor, pues de entrada no había sido un signo de rechazo, incomodidad sí, pero no de rechazo. ¿De qué primaria vienes?. De la 54 mixta ¿y tú?. Yo vengo de la Andrés Figueroa. Bueno aquí es mi salón, adios. Adiós, hasta siempre. Volteó con extrañeza y se metió a su salón. No hubo nombres.

Como no era muy social, nadie me dijo nada, es más, ni se dieron cuenta de a dónde había ido ni con quién. Así que con una sonrisa de oreja a oreja me senté a escuchar al maestro de Geografía al que en tan sólo dos días apodaríamos el Chore, por orejón.

La esperé a la salida, pero no la ví. Se fue demasiado rápido o se escondió muy bien. Así que al otro día llegué otra vez temprano. Y pasó igual que el día anterior, solo que esta vez ella venia platicando con una bola de patanes que se ofrecían en cargarle la mochila. Ella no se dejaba pero uno se la quitó para echarla a su hombro, le dijo que no fuera tímida, así que no pudo mas que aceptar. No me acerqué porque ahora sí me sentía frágil, me fuí a mi salón y no había sonrisa.

En el recreo la esperé pero salió acompañada ahora de otras niñas. Entonces me fui a comer solo a las escaleras. De un balonazo, no se si intencionado, me tumbaron el lonche así que solo me quedé con mi frutsi y con el hambre. Creo que fue mala leche, porque se rieron en vez de pedir una disculpa. En ese tiempo todavía esperaba ingenuamente una disculpa de las personas.

La salida era la hora adecuada. El maestro de Civismo dio por terminada la clase y yo pegué carrera hacia la puerta, ni siquiera anoté la tarea. El lastre de la mochila me hacia correr de manera torpe y aunque agitado alcancé a llegar antes que todos. Todo mundo comenzó a salir en estampida, cabezas por aquí y por allá, pieles morenas, cabellos lacios, olor a hormonas recién desempacadas. Y de entre todos no podía reconocerla, no la veía, no sabía dónde estaba. Caminé contra la corriente para ver si la topaba con ella, pero no lo logré. Derrotado partí del lugar hacia mi casa.

En la parada del camión ¿es?... no, se parece... ¡no! ¡sí es! ¡corre! ¡ya se va! ¡corre!. La mochila se batía en mi espalda, mis piernas de hule daban todo de sí ¡hey! ¡espera! ¡no te vayas! ¡hey!

Asustada volteó a verme, creía que con todo el peso de la mochila no iba a lograr deternme y me estamparía con ella haciéndo que nos fuéramos al piso en medio de todos los de la secun. Pero sí me detuve.

¡Hola ¿te acuerdas de mí?!. Silencio. Soy yo, el del primer día. Silencio... ¡ah sí! ya me acordé de tí. ¿Cómo te fue esta semana?. Muy bien y a ti. También bien. Platicamos algunas tonterías de los maestros y me preguntó: ¿Y cómo te llamas?. Yo respondí: me llamo... pero ella interrumpió: ¡Perdón, ya llegó el camión, te veo mañana!. ¡¿Cómo te llamas tú?!. Se subió al camión, estaba pagando su pasaje, luego volteó rápido y antes de que se cerrara la puerta gritó: ¡Elizabeth!

No lo olvidaría jamás. Elizabeth

3 comentarios:

Wen dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Wen dijo...

...currently waiting chapter 10.

eso de qe tenga mucho trabajo/presion nos es favorable a quienes leemos estas aventuras

asi que pensandola bien... no trabaje, escriba escriba escriba escriba...(!)

Drayden dijo...

me perdi necesito mas tiempo para leer todo tu blog