Capítulo diecisiete.

domingo, 27 de enero de 2008

Elizabeth y Mamá Juanita eran las únicas personas que me llamaban por mi nombre, no le gustaba decirme Lover.

- Pssst pssst *****, pásame la 2.
- La dos es la "b"
- ¿La "d"?
- No, no, la "b"
- ¿Cuál?, ¿"b" ó "v"?
- ¡La de "burra"!

Creo que lo dije demasiado alto porque el maestro Toriz me escuchó. Me quitó el examen de biología y me sacó a la chingada del salón. Chingado, toda la noche estudiando el tema del sistema digestivo y excretor para que me saquen. Además ya casi terminaba, pero yo no era de los que le suplicaba a los maestros por misericordia. Le dejé el examen sobre el escritorio y me salí sin hacer berrinche. Crucé el patio y llegué a la pequeña cancha de fútbol que teníamos, era un lugar lleno de tierra y piedras con unas porterías de madera. Cuando jugabas fucho todo el polvo se te metía a los pulmones y entre la corredera de mocosos se hacía un polvareda tan espesa como la niebla.

Junté unas piedras y comencé a lanzarlas contra la pared para sacar un poco el coraje. Después se escuchó el timbre que anunciaba la libertad por el resto de la tarde. Caminé de regreso al salón todavía algo encabronado y recogí mi mochila. Ya se habían ido casi todos. Salí por la puerta principal y ya iba caminando para mi casa cuando alguien me tocó el hombro.

- ¡Perdón *****! por mi culpa te quitaron el examen.
- No hay pedo Eli, me la pela la biología y el pinche Toriz. - exclamé de todos modos un poco molesto.
- De verdad lo siento *****, es más, te invito una nieve del parque de los taxistas.
- No gracias Eli, de verdad que así está bien.
- ¡Por favor!
- Mmmm, ándale pues, nomás porque tengo mucho calor.

El parque de los taxistas estaba como a 4 cuadras, llegamos relativamente rápido. En el camino me contó que el examen estaba bien difícil, y que seguro iba a reprobar. Le dije que para la otra mejor yo la ayudaba a estudiar, y seguro pasaba. No por nada me decían el Lover.

- Me da una mediana de vainilla y fresa por favor.
- Para mí una chica de fresa y yogur.
- ***** pide una mediana o una grande, ya te dije que yo te la invito.
- No Eli, luego se me espanta el hambre.
- La de él grande.
- No en serio Eli es que...
- Nada, ya te la pedí, me voy a enojar si no te la comes.
- Ja, gracias Eli.

Nos fuimos caminando hasta su casa y platicábamos cualquier tontería, criticando a las personas y haciendo maldades de pubertos. Nos divertíamos mucho juntos. Ella me contaba de sus días en en su pueblo, que le gustaba corretear gallinas y que su abuelita, cuando hacía caldo de pollo, no les arrancaba la cabeza para matarlos, sino que le daba unos balazos. Sus papás se habían venido a estudiar a la ciudad y aquí se conocieron. Pero ellos seguían teniendo sus costumbres de pueblo, así que su papá era muy celoso e iban todos los Domingos al templo.

- ¿Tú vas al templo los Domingos?
- Sí, con Mamá Juanita.

La verdad es que sí iba por respeto a Mamá Juanita, que era también muy religiosa, pero yo al entrar al lugar ese ponía mi cuerpo en piloto automático mientras que mi mente ideaba nuevas maneras de hacer negocios. Ahora habría doble motivo para ir al templo, pues iría a tirar rostro con Elizabeth.

Cuando casi llegábamos a su casa, en la esquina estaban como 5 cabrones como dos o tres años más grandes que nosotros. Yo no les tomé importancia, pero Eli se quedó callada y hacía como le comía a su nieve, pero la verdad es que lo que quedaba en el vacito de plástico ya era pura agua. Los 5 cabrones se me quedaron viendo y balbucearon algo que no entendí, me hice pendejo y seguí mi camino.

- Adiós chula, a ver si ahora sí te animas a salir con hombres y no con niños.

Me detuve y los volteé a ver por el rabillo ojo. Elizabeth me jaló de la mano y me dijo que no les hiciera caso, que eran unos pendejos. Me tragué el coraje y seguimos derecho. Los tipos se empezaron a reir en voz alta.

- ¿Quiénes son esos weyes?
- Unos pendejos.
- Ya sé que son pendejos, pero ¿te molestan?
- No, ni los conozco, nunca los había visto. Ya, no les hagas caso.

Yo sabía que me estaba mintiendo, sí los conocía y sí la molestaban, pero no me quería decir, no quería que me metiera en problemas. Pero era una mala época para que la gente deseara que no me metiera en problemas, era época de la fundación de Lover, y después de dejarla en su casa, me regresé por dónde veníamos.

- Ahí viene el niñito que ya dejó a su amiguita en su casa. -Dijo el lidercillo cuando yo iba pasando.
- Ja, pendejos...
- Uuuuy, ¿el niñito se siente muy salsa?

En eso me volteo bruscamente y me le acerco.

- Bájale de huevos pirata, y no estés molestando a Elizabeth.
- ¿Qué? ¿Eres su noviecito o que chingados?
- ¿Y qué si lo fuera?
- ¿Muy bravito pinche mocoso?

Se me acercó de pechito y en seguida todos sus compas se pusieron a mi alrededor.

- ¿Se sienten muy bravos porque son muchos?
- Cállese pinche mocoso, o le rompemos su madre.
- Al tiro cabrones, de a uno.
- Pinche morro joto, Edgar, mándalo a la chingada. - Sugirió un wey de la bolita.
- Nomás porque me agarraste de buenas pinche mocoso, pero donde te vea por aquí, te parto tu madre.

Y los cabrones me aventaron a la calle. En eso llegó una señora que vio toda la acción, me dijo que no fuera pendejo, que me iban apartir la madre, que eran más y más grandes que yo. Me agarró del brazo y me acompañó hasta la parada del camión, detuvo a uno y me subió medio a huevo.

Me bajé unas cuadras después bien encabronado y me fui a la casa. Mamá Juanita me dijo que me fuera a comer. Le dije que no tenía hambre, que al rato yo me servía. Y no era el coraje el que me había quitado el hambre, era más bien que quería mantener por más rato el sabor del helado de fresa y yogur.

3 comentarios:

Wen dijo...

y ahora que?
el amor sabe a fresa y yogurt?

vergudo-82 dijo...

mejor yo te paso la de BURRO!!

8=====D

Hermenegildo Baca dijo...

mi pregunta es, cuantos anios tienes?