Capítulo veintiuno

lunes, 25 de febrero de 2008

- Los de medra van a estar aquí a la vuelta, si nos tupen le pegan carrera aquí a la otra cuadra. Arre Lover, llégales.

Aquel día le dije a la Eli que tenía unas cosas que hacer, que no podía acompañarla. Cuando me preguntó que porqué andaba todo madreado, le dije que me había pegado el tiro con unos locos del barrio de arriba, nunca le dije que había sido con sus vecinos, con los pendejos que la molestaban. Me dijo que se preocupaba por mí, que no me anduviera peleando que porque luego me iban a sacar navaja y a ver que hacía. “No te agüites, no vuelve a pasar”.

La fui siguiendo de lejecitos, sin que me viera. Luego dio vuelta para no toparse con los batos aquellos y yo me seguí derecho para toparlos. Cuando llegué a la cuadra donde siempre se juntaban, no estaban los cabrones “Pinches jotos, se han de haber escamado” Entonces le dí la vuelta para decirle al Pitus que fuéramos mejor al rato porque no estaban. Cuando me fui para las calles de espaldas vi que estaba una bola de cabrones y una morrilla. No tardé mucho en saber que era Elizabeth y el pendejo de Edgar y sus amigos. Los cabrones al darse cuenta un día antes que le dábamos la vuelta para no toparlos, ps se fueron para la otra esquina para terminar de darme mi recia en frente de Elizabeth, pero ps como iba ella sola, aprovecharon para molestarla. La agarraban de los brazos y el pendejo del Edgar se le arrimaba como para darle un beso. Elizabeth nomás se quitaba bruscamente y le decía que la dejara tranquila.

Valió madre… valió pinches putas madres. Todo lo que tardamos en organizarnos para llegarles a los trompones no sirvió para un carajo, porque me prendí y ni me acordé del plan de aguantar a que llegara el Pitus y los otros. Que pego carrera y que me los topo como un día antes.

- ¿¡Qué pues hijos de su reputa madre!? No se estén pasando de verga con Elizabeth, bola de maricones.

- A ti mero estábamos buscando pinche mocoso y mientras nos entreteníamos con tu noviecita, la muy puta no me quiere dar un beso, pero ahorita la convenzo.

- Chingas a tu perra madre Edgar, tú y todos tus gatos, déjenla en paz o les rompo so madre.

- Jajajajaja, ¿nos rompes la madre? Aparte de pendejo olvidadizo, que si apenas ayer te metimos tu putiza. Es más, si todavía estas hinchadito.

Se acercaron a mí los otros pendejos con una sonrisota en la cara, el Edgar se quedó con Elizabeth.

- Ya ****, vete, que ahorita hago que estos pendejos se vayan, vete ¡córrele! ¡ándale! – Me gritaba Eli desesperada.

- Ya oíste a tu noviecita, ahorita nos da las nalgas para que tú te vayas.

A dos metros de que me toparan sus amigos me les dejé ir, ya estaba bien prendido. Aquel fue el cabezazo más pinche sólido que he dado, perfecto, justo con la frente como debe ser. El pobre cabrón al que le acomodé el cabezazo dio lona al instante. Todo el coraje guardado se fue en ese frentazo. Luego sentí el putazo en la mejilla izquierda, uno de sus compas me lo había acomodado. Luego por la derecha, y para el otro lado, parecía perita de box. En una de esas alcancé a agarrar a un cabrón de la playera, lo jalé y le dí la vuelta, luego lo aventé para donde estaban sus compas. Elizabeth nomás gritaba llorando que me dejaran ir, mientras el otro pendejo le quería dar un beso a huevo. Eso me prendía más, pero ciego del coraje no podía pensar mucho en cómo acomodar los madrazos. Me tumbaron luego luego. Toda la bola se me dejó ir a madrearme, un wey agarró una piedra y otro una botella.

- ¡Bájenle de huevos cabrones, ¿querían ver con quien se metían? Se metieron con el Lover, se metieron con el 14!

Pitus al frente, Juan a su derecha, Gera a la izquierda, el Pípi y su primo detrás, aquello era la caballería de nuestros días. Se les dejaron ir con todo.

El Juan era un maniaco, llegó con patada voladora justo al estómago de uno que voló como dos metros por allá en el pavimento. El Pitus, el puro colmillo del trompo, conecta directo a la ceja, luego lo agarra de las greñas y lo estampa contra la pared. Los otros weyes quisieron correr, pero el Pipi, su primo y el Gera los alcanzaron a agarrar de la playera. El Edgar no sabía ni que hacer, y en lo que titubeaba me levanté y me le dejé ir. Soltó a la Eli y se me abalanzó. Nos agarramos bonito. Hice la finta de que le iba a dar putazo a la cara con el brazo derecho, pero fue la finta para darle con el puño izquierda directo a las costillas. Se dobló de la sofocada, lo agarré de las greñas y lo bajé con los dos brazos para darle un rodillazo en la pura cara. Una, dos, tres, cuatro veces la marca del Atlas en su cara. Luego le volteé y lo tiré al piso. El wey no me suplicó, nomás me veía con odio sin poderse levantar.

El Pitus llegó lo levantó de la playera y lo puso contra la pared.

-Pero mira nomás como te dejó aquí mi carnal el Lover ¿es bueno pal’ trompo eda’? ¿Cómo te llamas?

-¡Chinga tu madre!

- ¡Pero que feo nombre te pusieron tus papis! Yo creo que no te querían ¿eh? Porque eso de ponerle “chingatumadre” a su hijo…

- No te hagas el chistoso pinche mocoso.

- Mocoso mocoso, pero voltea a ver a tus compas- en eso el Pitus hizo una pausa y observó el campo de batalla lentamente, luego cambió todo el semblante de su rostro y con furia le gritó a la cara - ¡Valen verga!

- No ps es que tu compa también se pasa de verga – ya con la cola entre las patas.

- No no no no, no me estas entendiendo pendejo – Le dio unas cachetaditas de esas que enchilan – venimos a que le bajes de huevos. No venimos a platicar ni a ver si te interesa bajarle de huevos. Venimos a que le bajes de huevos. Bueno, pues Mucho gusto señor “chingatumadre” que pase buen día. – y lo aventó contra la pared.

- Te guachamos aquí a la vuelta Lover.

- Sale Pitus, nomás dejo trato unas cosas aquí con el compañero.

Me le acerque y le hice la finta que le daba un putazo. Se escamó y con eso fue suficiente.

- No se escame compa, ya estuvo bueno por hoy. Las cosas están así, no te quiero volver a ver cuando pase con Elizabeth, ni a ti ni a ninguno de los imbéciles de tus amigos. Es más, tengo una mejor idea, como no es justo que Elizabeth tenga que caminar dos cuadras más porque siempre están ahí ustedes pues… ya no se van a juntar ahí.

- ¿Pero que te pasa carnal, si ya muere el pedo, nosotros siempre nos juntamos ahí?

- Para empezar, no soy tu carnal, no seas igualado hijo de puta madre. Y me vale mil vergas si tu madre te parió en esa pinche esquina y los perros te criaron en esa calle. También me vale madre si miaste esa calle para marcar tu territorio, lo que te estoy diciendo es que no te quiero volver ahí ¿ok? No te estoy escuchando pendejo ¿OK?

- Ta’ bien pues, si eso es lo que quieres oir.

- Bueno, el que avisa no es traidor. Cuando pase Elizabeth no quiero que ni la voltees a ver, haz como que no existe, si me llega a decir que tú o alguno de estos idiotas le dice algo, tu vas a ser el que pague los platos rotos. Si pasa un pinche albañil en su bicicleta y le chifla a Eli, tu vas a tener la culpa; si un pinche perro aprende a hablar y le dice chingaderas a Eli tu vas a tener la culpa; si baja San Pedro y molesta a Eli, tu vas a tener la culpa y si vienen los pinches extraterrestres se tiran un pedo y molesta a Eli tu vas a tener la puta perra culpa ¿OK?

- Ta’ bueno pues. Ahí muere.

Acompañé a Elizabeth a su casa y estaba bañada en lágrimas, dijo que se había asustado mucho, que no lo volviera a hacer. Incluso hasta se molestó, dijo que no era necesario todo aquel despliegue de violencia, que hablando se entiende la gente. Estuvo muy seria toda esa semana, dijo que jamás se imaginó que yo fuera tan violento ni que me juntara con ese tipo de personas tan salvajes.

Luego se le pasó el coraje, y las cosas en la secun siguieron como habían venido siendo. Con un Lover detrás de Elizabeth, con un Lover que por miedo a su rechazo, conquistaba los corazones de las otras morrillas de la escuela.

Capítulo 20

martes, 19 de febrero de 2008

Le dije que la acompañaba a su casa, al principio no estaba muy segura pero como no podía decirme que no, terminó aceptando.

- Ese pinche Toriz ya me trae de encargo

- Jajaja perdón **** siempre es por mi culpa.

- No, yo creo que le caigo gordo.

- Toriz es bien buena gente, a mi siempre me pone 10

- Buena gente… bah! Es un pinche viejo rabo verde, eso es lo que es.

Seguimos caminando a merced del solazo de las 2 de la tarde, y nos detuvimos para comprar un tejuino con nieve de limón. En el primer sorbo me tragué toda la pinche sal que se había juntado en el fondo, Elizabeth se burló de mí.

Seguimos caminando y como dos cuadras antes de llegar a su casa dijo que tenía que llegar a comprar unas cosas a la tienda y nos desviamos. Cuando llegamos a la tienda compró un gansito y jalamos para su cantón.

De reojo miró a su izquierda y me dijo que el camión no iba a pasar esa semana por la calle que solía tomarlo, que mejor me regresara por la tienda y tomara la otra ruta. Hice como que le creí y le dije que sí me iría por ahí.

Lo que ella quería es que no pasara por donde se juntaban los mierdas que le tiraban el pedo.

Nos despedimos y pegué paso firme para donde se juntaban los putitos esos. Desde una cuadra antes ya me habían visto y se pusieron gallitos mientras más me acercaba. No me quitaban la mirada de encima y yo tampoco me agachaba, podías sentir como se enrarecía el aire mientras estábamos más cerca. Luego cuando pasé justo por en medio de ellos un pendejo me metió el pie y otro me dijo: “vales verga”. Me alcancé a detener y no di suelo. Me levanté y decirles nada al primero que le di un trompón fue al que me dijo que valía verga, luego le solté un patín al que me metió el pie y de ahí se armo la putacera, de la cual obviamente no salí bien librado.

Entre los madrazos les alcancé a decir: “no saben con quién se meten”, y el Edgar me contestó “pues a ver, ¿con quién nos metemos pendejo?”

Ya no sentía lo duro sino lo tupido, patines y trompones me llovían por todos lados al principio si traté de tirar madrazos pero poco a poco lo único que podía hacer era cubrirme la cabeza porque los puñetazos en la cabeza me mareaban. La mochila me hacía un paro porque me cubría de los patines en la espalda luego salió una doña con una escoba y todos los pinches malandrines pegaron carrera.

- Mijo mira nomás como te dejaron, luego ¿Qué pasó?

- Nada señora, ya ve, lo ven a uno chavo y se inflan.

- Si quieres te acompaño a tu casa, no te vayan a seguir.

- No señora, no se preocupe, que al cabo vivo aquí a la vueltita. Gracias.

- No mijo, en serio, te acompaño.

- No en serio, gracias.

Me sacudí la tierra, me acomodé la ropa rasgada y me limpié la sangre del hocico. La señora me dio un papel para que me tapara la hemorragia de la nariz, y como pendejo me regrese a mi casa con la cabeza levantada para que no se me saliera el mole.

Cuando llegué al cantón mamá Juanita me puso una regañada.

- Luego pos’ ¿qué paso?

- Jugando futbol ya ve, que me quité a dos defensas y me entraron duro por ardillas.

- En el futbol… no se haga tonto ¿con quien se peleó?

- Nombre, como cree mamá Juanita, si le dijo que me entraron re-fuerte.

- ¡Ay! Mijito, ¡y el uniforme! Mira nomás si lo traes hecho jirones, si ya le he dicho hijo que no se ande metiendo en problemas, esas amistades con el Pitus y con el Juan no dejan nada bueno. ¿Nomás lo malo es lo que se pega veda’ ?

- Nombre, si le digo que fue en el fucho.

- Quítese la camisa para lavarla y ponerle unos remiendos. Se me va a comer y luego compra unos parches en la mercería de Rosita para pegárselos al pantalón. Y se me pone a hacer la tarea porque nomás anda de vago.

- Ta’ bueno mamá Juanita, ahorita voy.

Me salí sin comer para ir a la mercería, pero en el camino llegué con el Pitus y con el Juan.

- ¿Luego a ti ps que te pasó cabrón?

- Unos pinches jotos que se sintieron muy bravos.

- Ps si que lo eran eh, jajaja, si nomás ve te dejaron como pinche franela.

- Nombre Pitus, pero es que eran como 5 o más.

- Ps que no se pasen de verga mi Lover, dígame dónde para ubicarlos.

- Nel loco, así déjalo yo me les voy a pegar el tiro.

- No seas pendejo Lover, esta bueno que te les quiera pegar un trence pero de a solos ya viste como te fue, ¿o qué? ¿no les tiene confianza a los del barrio?

- Como crees Pitus, el 14 rifa.

- Ps deja junto a la banda, ¿cuántos eran?

- Como 5

- ¿Y ya traías trence con ellos desde antes?

- Simón

- Entonces los putos van a estar esperando revancha. Deja le digo al Pípi y su primo, el Gera siempre esta puestazo, Juan, tú y yo. Le voy a decir a los de medra que hagan esquina por si son más los otros.

- Ps ya estufas Pitus, mañana a las dos, al rato te digo por donde.

- Arra loco, y ya sabe, para eso están los carnales.

- Ya estuvo ese.

Me fui a la mercería y compré mis dos parchesotes del Atlas para pegárselos en las rodillas del pantalón. Aguante rojinegros, que mañana se estrenan con sólidos rodillazos a la cabeza del Edgar.

Capítulo diecinueve

miércoles, 13 de febrero de 2008

-Ningún “ya valió madre” les vamos a ganar… y por goliza. Sentenció el Pitus.

- A huevo, nos la pelan los pinches chilangos. Dijjo el Juan.

Se escuchó un estruendo que llegó a cada rincón del Maracaná, el equipo de casa había llegado. Entraron a la cancha con la frente en ato, insultándonos con la mirada y algunos se reían al vernos.

- Ya chingamos otra vez con el campeonato mi Javi.

- A huevo manito, les vamos a meter una pitiza.


Llegó el arbitro con su comitiva de asistentes, llamó a Pitus y a Javis.

- Jueguen al futbol cabrones, nada de tirar putazos. Escoge la casa, ¿Cancha o balón?

- Balón.

- Órale pues, calienten, en 15 minutos empieza el partido.

Aquellos fueron los 15 minutos más pinches largos. Nos había tocado la portería sur para el primer tiempo. Nos iba a tupir todo el partido con las porras que se habían puesto detrás de las porterías.

-Éntrenle duro al balón, pero truchas con las faltas, porque nos linchan. Agarren lugar cabrones.

Jugábamos con una formación 5-3-2. Los laterales jugaban tanto a defender como para subir a medio campo. De ellos dependía el primer tiempo porque era de puro desgaste. Jugábamos con 2 contesiones, ellos debían controlar el medio campo, darle la pausa al juego y desarmar al contrario. Yo jugaba de media punta, bajaba al medio campo y también le daba pausa al juego, pero lo mío lo mío, era meterle el acelerador. Yo jugaba detrás de los dos delanteros y les surtía los balones.

Los dos equipos nos formamos en el campo, hubo un breve silencio en las gradas, luego el silbato sonó, hizo y eco y la gradería se volvió un infierno.

El 11 pasó al 7, este finteó a dos de los nuestros y lo mandó a la banda derecha, que, como una bala llegó a la linea de corner, de ahí mandó centro con veneno que se topó con sólido frentazo del 11, el balón hecho una ráfaga viajo a nuestra porteria cuando “San Poste” intercedió por nosotros y mantuvo el cero en nuestro marcador, en chinga la defensa reventó a saque de banda.

Los primeros 20 minutos fueron de Tepito, que como vendaval se abalanzaban contra nuestra portería. El pulpo salvó tres balones, la defensa sacó uno que ya estaba en línea de gol y eso calentó los ánimos, pues Tepito coreó el gol, sin embargo el nazareno no lo pitó.

Al minuto 39 el Mario se metió como Pedro por su casa y le metieron un patadón que el árbitro no marcó como penal, le dijo que no fuera chillón y que para la otra que se dejara caer lo iba a sacar.

Jugada a velocidad, el 7 de Tepito se llevó a medio equipo nuestro sirvió para el Javi quien sólo frente a la portería dejó el balón al fondo de la red. Gol de Tepito.

Aquello parecía que se iba a caer. Se avalanzaron contra la malla que sepraba la gradería de la cancha y nos cantaron el gol.

-Todavía quedan 45 minutos, que no se les olvide. Dijo Pitus sosteniendo el balón.

Terminó el primer tiempo y teníamos el marcador 1-0 en contra, nuestro mejor jugador, el Mario, salió tocado en los últimos minutos. Le llegaban bien duro porque los traía vueltos locos. Mario no le entraba a la cois, pero era tanta su determinación por ganar que aceptó una línea para aguantar.

Al minuto 46 ya estábamos 2-0, eso le dio para abajo a mucho en el equipo, Tepito reventaba de alegría. “Pinches tapatíos, ya mejor váyanse a putear a su esquina, pueblerinos de cagada”

Pero no bajamos los brazos nunca. Tomé el balón en media cancha, le quebré la cintura a uno, me quité a dos con un movimiento, luego serví para Pitus, quien me la regresó y con tiro raso la anidé cercana al poste derecho. Ni siquiera celebré el gol, no por miedo a Tepito, sino porque todavía estábamos abajo en el marcador.

El equipo entero llegó a mi alrededor para felicitarme, pero antes de que lo hicieran les dije.

- No se confundan, que todavía el 2 es mayor que el 1.

El partido se había puesto bueno, pura ida y vuelta, cada equipo cercano a anotar en cada momento.

Faltando 5 minutos para el final, Tepito exigía que se terminara ya, pero lo que les dimos a cambio fue un gol de manufactura mexicana, es decir, con más huevos que técnica. Pitus había puesto el encuentro 2-2 y nos fuimos a gol de oro.

Mario ya no podía seguir jugando, estaba Toto madreado y decidimos hacer el cambio, Tepito esnifó la segunda raya. Barrio 14 también.

Para no hacerla tan larga, el gol de oro fue bello. Alex se quitó a 3, preparó la escopeta y de ¾ de cancha lanzó el cañonazo que pego en el travesaño y se metió al fondo.

Silencio sepulcral. Luego el silbatazo final que anunciaba al nuevo campeón: El barrio 14.

El volcán que era Tepito estalló en furia y desde las gradas se lanzaban proyectiles contra nosotros, piedras, botellas, monedas. La manada atravesó la malla ciclónica y se metió a la cancha.

Aquel sería nuestro final. No había para donde correr. Lo único que podíamos hacer era defendernos a puño pelón.

Justo cuando la turba iba a impactar contra nosotros, el equipo de Tepito se metió a defendernos. Nos tocaron dos o tres chingadazos en lo que se calmaba el pedo, al Mario me lo desmayaron de un putazo.

-Les pegamos duro raza, pero no se doblaron, ganaron ley. Déjenlos que se vayan.

La gente aún prendida nos gritaba de todo y decían que nos esperaban a la salida. Que nos iban a matar.

El partido se terminó como a las 8 pm, pudimos salir del Maracaná de Tepito con el trofeo hasta las 3 de la mañana y escoltados por el equipo contrario más otros 10 tepiteños.

Hace 18 años que el Barrio 14 no quedaba campeón de la Liga del Diablo, hace 18 años que el Barrio 14 le había arrebatado el título a Tepito. Éramos la nueva leyenda.

Capítulo 18

lunes, 4 de febrero de 2008

Éramos vagos para el fútbol. Pitus era el delantero que taladraba las defensas, Juan era el defensa que no dejaba que ni polvo pasara, yo armaba el juego, "Loversinho" decía mi playera en la parte de atrás.

Nuestro uniforme no era profesional, lo que hicimos fue agarrar cada quien una playera blanca totalmente limpia de imágenes y con un plumón permanente le pusimos el número y el nombre en la espalda. "Loversinho 28", "Juan 13", "Pitus 10". El Mario era el carrilero estrella, defendía, atacaba y centraba, era el más cabrón del equipo, el 7 se marcaba en su espalda. El "Pulpo" en la portería, era un apodo reciclado de un portero de la primera división mexicana. El número 1 demostraba que había quien parara las bolas. Alex acompañaba a Pitus en la delantera, jugaba como para equipo grande. De hecho alguna vez le ofrecieron mostrarse en el Atlas, pero prefirió estudiar.

El torneo donde participábamos estaba organizado entre los barrios más bajos de muchas ciudades del país. Lo organizaban los "chulos" y las apuestas se cotizaban en varios miles de pesos. Nuestro equipo portaba orgulloso el nombre del barrio: "Barrio 14". Adrián decía que era nuestro patrocinador y entrenador, pero la verdad es que ni nos daba dinero y de futbol sabía un pito, por lo que sólo le decíamos que sí a todo, pero no hacíamos nada de lo que mandaba. Entonces el futbol era para verdaderos cabrones, no como ahora que son una bola de nenas. El verdadero Rey de los Deportes, y que no me vengan los yanquis con su beisbol, tan horrible y aburrido.

Al más puro estilo de Maradona, algunos se metían una línea antes de cada partido. No eramos el único equipo en la liga que lo hacía, no por nada le llamaban la "Liga del Diablo".

Los árbitros no tenían que formar parte de ningún barrio, por lo que eran contratados por fuera. La "Liga del Diablo" ya tenía mucho tiempo realizándose, por lo que la nada buena fama había hecho que encontrar árbitro fuera un calvario, pocos le entraban a pitar en la Liga. Se tuvo que hacer un pacto entre barrios para que los árbitros fueran intocables, y más o menos se cumplió con la promesa.

La cancha era por lo general en alguna unidad deportiva de la colonia. Por la nuestra había dos, la "Cancha de Tierra" que era casa del "Barrio 14" y la "Cuatro Canchas", que era para los "Cabañas 13". Jugábamos los Domingos, y a veces los Viernes por la noche. Gracias a que había fería de los chulos, teníamos faros chingones para iluminar el juego.

Durante 20 fechas habíamos movido bien la bola, desbaratado defensas y nos habíamos agarrado a chingadazos al menos 15 veces. Estábamos en segundo lugar en la tabla general y cotizábamos bien las apuestas. A la delantera le pagaban por gol, a la defensa por cada partido a cero y a la media no nos daban ni madres, aunque no es por presumir, pero éramos los que dábamos el juego. Si estábamos mal en la media, nos metían goles y no había balones para que la delantera metiera. Pero la verdad, es que nunca nos pasó eso.

Describir cada uno de los partidos que jugamos sería muy tedioso, por lo que iré al partido que de verdad importa: la gran Final.

La Final de "La Liga del Diablo" sólo podía tener una cede: Tepito. El equipo del barrio de Tepito había estado en el primer lugar de la tabla desde la fecha 1 hasta la 20. Entraban duro a la pelota como los italianos, tenían a dos armadores que la movían cual brasileños, la delantera taladraba como los ingleses y más que todo eso tenían al jugador número 12 en su equipo: a su afición.

En el corazón de Tepito se erige imponente un pequeño estadio al cual los tepiteños le llaman "El Maracaná". No estoy seguro de cuánta gente le quepa, pero sin duda era el más grande en el que habíamos jugado, pero no lo suficiente como para albergar a toda la afición de Tepito. Las gradas se desmoraban, estaban manchadas de sangre de añejas peleas, de refresco ya seco, de capas y capas de mugre. La cancha estaba circundada por una reja de alambre de unos dos metros, estaba maltratada, caída y chueca en varios puntos. Las porterías eran una obra de arte por si solas. Los marcos eran de madera, estaban pintados de blanco sin embargo apenas se notaba pues estaban rayadas con plumones de todos colores, con mensajes para el equipo contrario, con placas, grafiti, crews. La red de la portería estaba roida, avisaba que los cañoneros de tepito tiraban fuerte. El pasto sintético de la cancha ya no existía en su mayoría, más bien eran plastas de color negro, y sólo en algunas esquinas se lograba ver algo de color verde. Las rayas blancas que delimitaban la cancha parecían haber sido pintadas hace 30 años.

El partido empezaba a las 5 de la tarde. Llegamos al DF a las 7 de la mañana, pues viajamos de noche en autobús. Estábamos en la gran Capital. Imponente, enorme, sucia, contaminada. El ardor de los ojos comenzaba dos horas después de bajarnos del autobús. Pasamos la mayor parte del día en un parque de la ciudad, compramos tortas de tamal para desayunar y un atole. Aquello parecía engrudo en la garganta, pero había que probarlas. Por la tarde compramos quesadillas sin queso, porque allá hay que pedir las quesadillas con queso, más bien eran tacos, pero los chilangos se empecinan en llamarles "quesadillas".

Faltando una hora para el partido nos dirijimos al Maracaná. Ahí fue cuando sentimos el rigor de Tepito. Tuvimos que ser escoltados por los gatos de los chulos que organizaban la liga, porque para el simple hecho de llegar al Maracaná teníamos que cruzar medio barrio de Tepito. Mientras ibamos a través de la gente, nos gritaban chingaderas, nuestras madres fueron y vinieron no sé cuantas veces, nos dieron jalones de greñas y muchos nos tiraron patadas a las espinillas. Algunos de nostoros nos tomamos la precaución de ponerlos las espinilleras desde antes, otros como Mario se la aventaron así, por lo que llegó todo amoratado y justo antes del partido.

Despues de un rato tuvimos de frente el estadio, pero no podíamos contemplarlo más que el tiempo en que llegábamos a la puerta sur. Al fin llegamos y nos metimos por una pasillo muy oscuro y que mostraba la salida directa a la cancha, que en ese momento era el lugar más seguro. Trotando como los soldados, atravesamos el pasillo oscuro y pusimos nuestros pies dentro del Maracaná. Imponente y ruinoso a la vez, transmitía la rabía de los tepiteños, podías oler el odio hacia el equipo rival. Todos nos quedamos asombrados con aquel escenario. En el equipo nadia hablaba, hasta respirar era incómodo. Al lado de nuestra portería ya nos esperaba un reducido grupo de aficionados que nos recibieron con los más pintorescos insultos. Golpeaban la malla de manera furiosa y el estruendo del metal nos anunciaba que aquello no sería ni mucho menos un partido amistoso.

El Maracaná se comenzó a llenar rápidamente, los cánticos, los insultos, el metal, el movimiento mismo del inmueble entraban en una ritmo melódico que se lanzaba justo a nuestro caracter.

...Ya valió madre. Dijo Mario.