Capítulo treinta y uno

martes, 20 de mayo de 2008

Mamá Juanita perdía todo su blanco pelo con cada quimioterapia. Le daba mucha pena y usaba todo el día su reboso. Le dije que no tenía porqué avergonzarse y yo me rapé también.

Ya no reía, ya no me regañaba y comía poco. Su piel se llenaba de zurcos más profundos, sus ojeras tan negras y esa piel tan pegada a los pómulos que la hacían ver marchita. La mirada hundida reflejaba esas ganas de luchar que el cáncer le reprimía.

En el barrio me preguntaban que porqué me había rapado, yo respondía que porque había perdido una apuesta. Sólo dos personas supieron que eso no era verdad: Elizabeth y Pitus. El mugroso dinero no servía para sacarla de dónde estaba.

Luego las palabras de ese doctor: desahuciada. ¿Qué se hace en esos momentos? Dime tú qué se hace. La abracé fuerte. Le menté la madre al doctor. Eso es lo que se hace. Nos regresamos a la casa como zombies, apenas cruzamos palabra. Yo le dije que no era cierto, que se había equivocado como los otros doctores que le habían dicho que tenía pulmonía. Ella sólo puso esa sonrisa tan tierna... tan lejana.

Una vez me prometí no llorar nunca más, y aunque el nudo en la garganta no me dejaba ni hablar, no deje escapar ni una mugrosa lágrima. Nos fuimos a dormir temprano, aunque mejor dicho nos fuimos a acostar, porque ninguno de los dos pudo pegar pestaña. Y así pasaron los días con sus noches. Hasta que ella pasaba la mayor parte del día drogada por la marihuana que yo le daba y a veces yo mismo también fumaba para aguantar.

Ese día abrí el cajón de la base de mi cama. La saqué del estuche y saque un par de balas de la caja. La cargué y me hundí en mis pensamientos pálidos como la luz del foco de mi habitación. El nudo de la garganta apenas me dejaba respirar, tenía seca la boca y los ojos. Volví en mi, corté cartucho y me dirijí a la habitación de mamá Juanita. Le llamaban eutanasia, a los doctores les encanta poner palabras extrañas a este tipo de cosas.

Abrí despacio la puerta de su habitación. Me acerqué a su cama y ahí estaba dormida, respirando muy despacio. Le apunté directo a la cabeza. Escogí el calibre 22 porque era pequeño y no hacía reventar toda la parte por donde entraba, no quería que ella quedara desfigurada o incluso que se le reventara la cabeza como lo haría con una calibre 45. La 22 sólo le dejaría un agujerito muy pequeño. Mi dedo índice se colocó en el gatillo, empuñé con fuerza la pistola y estuve así por muchos minutos.

Luego me desmoroné en el piso y me puse a llorar bien quedito. Era yo ese cerdo que estaba a punto de matarla a ella, lo único que tenía en este pinche mundo. Me levanté y sin hacer ruido me fui de su habitación para no despertarla. Luego me tumbé en mi cama a seguir llorando toda la noche. ¿Cómo había podido ser yo tan hijo de puta como para pensarlo?

Al día siguiente llegué a la escuela con los ojos rojos y muy triste. Ni me fijaba en las personas mientras caminaba al salón hasta que alguien me interrumpió. Era Elizabeth que se había cortado el pelo, no como yo claro, pero sí muy cortito. Me preguntó que si me gustaba su nuevo corte. Luego cuando por la tarde regresé al Barrio 14 me encontré a Pitus. Le pregunté que porque se había rapado, él me dijo que porque había perdido una apuesta.

No necesitaron decírmelo con palabras para saber que aquello era una muestra de apoyo.

A veces en la vida todo se jode, pero siempre hay alguien que estará ahí para servir de pilar y no dejar que te derrumbes.

Capítulo 30

jueves, 8 de mayo de 2008

Llamaré Perlita a la hija de Perla, para no confudir.

Mientras Perla utilizaba las drogas más caras y cada día estaba más trincada; Perlita su hija me tiraba el pedo muy cabrón. Yo le daba entrada nomás para que sacara la pura feria, que bien me hacía en aquellos momentos pero la muy cabrona se empezaba a poner mas dura y ya no soltaba el dinero tan fácil.

- Lover, ya sabes que siempre me has gustado... pero tú nomás no das tu brazo a torcer.
- Perlita, pero si ya me conoces, ya sabes que a mi nada más me gusta el cotorreo.
- Si ya te conozco por eso te digo... deja de andar de cabrón y juntate conmigo, ya sabes que por dinero no sufrimos.
- No Perlita, a mi no me gustan esas chingaderas...
- ¿Pero bien que te gusta el dinero verdad cabrón?
- Me encanta. Para que te echo mentiras.
- Jajaja, a ti no se te quita lo hijo de la chingada ¿verdad Lover?
- Ese es mi don, Perlita, ese es mi don.
- Te propongo algo: si eres mi novio, pero mi novio de verdad, no chingaderas; mi dinero es tuyo.

Aquella era la mejor propuesta que me habían hecho en toda mi vida. Con el dinero de Perlita podía empezar a tirar en mayores cantidades, podía darle vueltas al dinero y duplicarlo, o tripicarlo. De esta manera no me metería en problemas con el Adrián ni con la Maldita Vecindad, porque el dinero también lo iban a mover ellos. La vida me sonreía por primera vez en mucho tiempo. Con ese dinero pagaría los mejores hospitales para mamá Juanita, pagaría mi deuda con Adrián, compraría las mejores flores para Elizabeth.

- Espérate no me muerdas... ¡auch!
-... ¿así?
- No no , lo estás haciendo todo mal, lo que tienes que hacer es sentirla con la lengua, no con los dientes. Haz una "o" con tu boca... ándale, así mero, ahora sí.. sí.. así, lento. ¿La estás probando? Con la lengua como te dije, despacio... como si quisieras sentir la textura. Pon atención al principio... uff.. sí así.
- ¿Te gusta Lover?
- Sí, sí, pero no hables que luego vale madre. No se puede hablar y hacer eso al mismo tiempo. Ándale... asi mero... asi mero.

Le dije que simón, que ya éramos novios. Pero que no le dijera a nadie.

Lo primero que hizo fue restregarle en la cara a las demás morras que ya andaba conmigo, me estaba quemando con toda la gente. Recibí comentarios de todo tipo "a huevo, eres un cabrón mi Lover, luego me invitas a pistear", "eres un pendejo, por irte con aquella gata desperdiciaste estas meras papacito", "Túmbale la feria y te pelas", "por irte con aquella pinche flaca tú te lo pierdes".

El dinero se lo estaban gastando como agua, derrochaban dinero a lo estúpido. En poco tiempo, Bertha la gorda salió embarazada a sus 14 años y Perla se había quedado en el viaje. Las cosas pintaban ya muy mal. No le había tumbado todavía el dinero suficiente a la Perlita, pero me estaba arriesgando demasiado a que me colgaran un milagrito.

- Sabes que Perlita, esto no va a funcionar...
- ¿Que me estás diciendo cabrón?
- Aguántame, no te sulfures, pero es que eres mucha vieja pa' mi, ya me di cuenta.
- ¿Cómo que mucha vieja? ¿me estás mandando a la chingada?
- Híjole Perlita, no lo tomes a mal... pero la neta sí.
- Pues vas y chingas a tu pinche madre cabrón, mira mira - y sacó una paca de dinero agitándola fuertemente - con este pinche dinero me consigo a diez como tú y luego los despacho como perros callejeros.
- Ni hablar Perlita, tienes razón.
- ¿Tienes razón? ¿es lo único que vas a decir pinche puto?
- Ps que quieres que te diga...
- ¡Lárgate pinche perro!, y me cae de a madres si te levantas mañana. ¡Lárgate cabrón que te mando a matar con mi pinche dinero!

Y sí, me mandó matar o madrear con unos pinches vagos. Lástima por ellos porque seguíamos en el barrio 14. Los agarramos, les metimos una chinga que quedaron incoscientes y los fuimos a tirar afuera de la casa de la Perla.

Despechada y humillada Perla le dió rienda suelta al culo con cuanto cabrón podía, que de hecho eran muchos los candidatos no por su belleza sino ya sabemos por qué.

Perla, Perlita y Bertha se gastaron en menos de un año lo que le costó a doña Licha juntar toda su vida. Jamás compraron una casa ni hicieron algo bueno con su dinero. Perla murió de sobredosis y encontraron su cuerpo en el basurero del mercado que estaba cerca del barrio. Cuando encontraron el cadáver llevaba puesto un vestido y unos zapatos carísimos; además tenía un peinado de salón ya todo maltrecho. Ya no traía joyas puestas, seguro los vagabundos se las habían robado.Pero al fin y al cabo había muerto vestida como señora de la alta sociedad.

Bertha abortó a los pocos meses con los últimos billetes que le quedaban. Perlita también quedó embarazada de quién sabe quién, ella sí tuvo al bebe, una niña. No terminaron la secundaria y no sabían ningún otro oficio más que el de la prostitución.

Bertha es una puta gorda, cobra mucho menos que Perlita quien a pesar de haber tenido una hija sigue igual de flaca. Incluso hoy las puedes encontrar dando su show en un prostíbulo de mala muerte por la calle de Plutarco. Invítales una línea y con eso te harán un oral, escoge a Perlita, ella es famosa por sus buenos trabajos... al fin y al cabo yo la enseñé a ganarse la vida.

Capítulo veintinueve.

En el capítulo 7 y 8 ya había hablado de Perla.

Cuando murió doña Licha, quien era la que mantenía a su hija y sus nietas, todas ellas pirujas, éstas no guardaron el luto más de 1 semana. Al fin y al cabo no tenían porque estar tristes si les había dejado una buena herencia. Pero es bien sabido que el caviar en el hocico del puerco dura lo mismo que un pan duro de hace tres días.

Perla, la madre, ya llevaba como 5 años con José, un drogadicto que no se rajaba y le seguía el paso sin escatimar dinero ni nada en el puto mundo. José era un ladron de baja casta. Se dedicaba al asalto de transeuntes, seguido quería hacer bisne con nosotros con lo que había robado. Adrián aprovechaba su necesidad por droga y le daba unos cuantos gramos por joyería en general.

En el banco doña Licha les había dejado una cuenta con la nada despeciable cantidad de 1 millon de pesos. La casa donde vivían, una finca ya vieja pero bastante grande estaba valuada en 4 millones. Por supuesto que toda la banda comenzó a frecuentar a Perla y sus hijas, por que además en apenas unos días todo el barrio se dio cuenta que estaban derrochando todo lo que tenían.

Con el millón de pesos que tenían en el banco compraron drogas y alcohol, tenían fiesta todos los días. Regalaban el dinero como si fueran papel periódico. Ahi nos tenían al Pitus, al Juan y a mí todas las noches. Cuando ya estaban bien tizadas les pedíamos dinero para ir por más pisto, las hacíamos sacar el billete grande y nos hacíamos pendejos. A los 5 minutos se les olvidaba y les volvíamos a pedir dinero para otra cosa. Eran las mujeres más bondadosas del barrio en ese momento.

Perla, la mamá un buen día despachó al José: "Sabes qué José, yo ya soy una mujer de la alta socieda', estoy forrada en billetes y voy a comenzar una nueva vida, ya no puedo estar contigo, ahi te van 12,000 pesos para que no digas que soy culera, además considéralo un pago para que ya no te me acerques". Con los ojos todos llorosos y con su tic de cocainómano le dijo: "Pero Perla, yo te amo, ademas..." Perla lo interrumpió: "no no no no, no me vengas con pendejadas, ya te dije que yo ya soy señorona y tu eres un pobre diablo José, te voy a dar otros 2,000 pesos para que no me estés chingando" Y le soltó los 14,000 pesos.

José era un drogadicto y ladrón, sí, pero hasta ese tipo de lacras tienen corazón y realmente quería mucho a Perla. Con los 14,000 pesos compró todo el alcohol que pudo, compró tachas, crack, mota, ácidos... se metió hasta el dedo de la depresión que sufrió porque Perla lo había abandonado. Sobra decir que murió de sobredosis.

El millón de pesos no duró más que 3 meses. Adrián se había hinchado de dinero vendiéndoles todo tipo de drogas. Entonces lo único que les quedaba era vender la casa. Su plan ganador era vender la finca, rápidamente comprar una más barata, mucho más barata y gastarse todo el dinero sobrante. Como la fiesta comenzaba a decaer se empezaron a deprimir por lo que mal barataron la casa en 2 millones y medio. Una ganga para el comprador.

En vez de comprar inmediatamente una nueva casa, prefirieron rentar un cuartucho todo feo por las cercanías del barrio. Como ya no podían hacer fiestas en su antigua casa, lo que hicieron fue comprarse una camioneta de esas gringas chocolate, las que les llaman Van. Ahora la fiesta era móvil. La camioneta andaba para arriba y para abajo por todo el barrio, siempre llena hasta la madre de gente y atiborrada de drogas. Dos o tres veces nos subimos a la fiesta móvil. Perla la hija apenas sabía manejar por lo que además aquello era adrenalina pura. Su hermana se llamaba Bertha, a diferencia de ella era gorda, dos años menor y tres veces más caliente. A Bertha le gustaba el Pitus, y al Pitus le gustaba el dinero de Bertha, nomás por eso se dejaba querer.

Aquella camioneta chocolate de vidrios polarizados fue toda una leyenda. El rugir de su motor forzado por tanta carga, los compartimentos llenos de pastillas y polvos, las hieleras que funcionaban también como asientos, el humo blanco, la luz negra, las risas, los billetes, la música a todo volumen... y aquel desagradable olor a sexo ocasional. "Bienvenido a la fiesta"

Capítulo 28

miércoles, 7 de mayo de 2008

Para entonces yo ya tenía el respeto de la banda del barrio 14 y de algunos otros barrios que estaban a los alrededores. Pero mi nombre no tenía el mismo peso que de Pitus, Juan y un emergente Diego que nos estaba ganando el jale a los tiradores.

El Diego no vivía en el 14, pero pudo entrar al bisne gracias a que su tío el Nene era de los más respetados del 14. No medía más de 1.70, era flaco y moreno. Su personalidad era muy seria, no le gustaba el cotorreo con la banda y pocas veces hacía una broma. Además no aguantaba para nada la carrilla, era muy rencoroso y siempre parecía encabronado. Era mayor que nosotros por 1 o 2 años y le encantaban las motocicletas.

El Adrián le empezó a dar buenos jales porque el cabrón era muy rápido y no se ponía a cotorrear con los clientes, cosas que de repente yo sí hacía porque era más social y me gustaba tratar bien al cliente, quien al final de cuentas era el que me sacaba la plática para ver si le hacía descuento, aunque de todos modos yo no les rebajaba ni un pinche peso. A 100 varos la camisa blanca. A 320 pesos si quieres escorpión.

Las primeras veces que el Diego llegaba al barrio para hacer bisnes con el Adrián, llegaba en una caravela 100, una motito chica de color azul metálico, ahorradora de gasolina pero que jalaba bien duro. No pasaron ni 4 meses cuando cambió por una moto con motor más grande. Era bueno para el bisne, era duro para cobrar. A cada rato se agarraba a chingadazos con algún cliente porque le decía que pasara mañana por el dinero, el Diego era de mecha corta y decía que no era ninguna puta para pasar cuando él quisiera. Al final de cuentas terminaban pagándole. Así fue como se ganó el aprecio del Adrián. Incluso por un momento creí que Diego terminaría quitando al Pitus de su puesto, pero yo estaba muy equivocado, Pitus ya estaba en otro nivel y cada vez se convertía más en el brazo derecho del Adrián.

- Que hay mi Adrián. Hace unos días que no me pasas jale.
- Mi Lover, lo que pasa que se te está durmiendo el gallo muy cabrón, me tardas mucho con las entregas.
- Ps de que hablas Adrián, si siempre hemos trabajado así.
- Deberías aprender de este nuevo muchacho... ¿cómo se llama?
- ¿Hablas del Diego?
- ¡Ándale! de ese mero, ese muchacho tiene madera.
- Eso sí, pero ahorita ando corto de feria Adrián, ya ves con eso de la enfermedad de mamá Juanita...

Como todos los días Adrián estaba contando su dinero y traía su puro en la boca, cuando le mencioné que necesitaba feria, dejó de contar, me volteó a ver pero sin cambiar la cabeza posición e hizo una mueca de sonrisa.

- ¿Cuánto necesita Lover?
- Nel Adrián, no quiero que me prestes la feria, quiero que me des jale.
- Ps ahorita está dificil porque ya le pasé los encargos al Diego... pero la próxima semana te voy a pasar unos buenos.
- ¿Seguro que no tienes nada para esta semana?
- De encargos estamos cubiertos, nomás quedan los esquineros.
- Es mucho cuete andar de esquinero, ahorita no me puedo arriesgar a que me trepen los cuicos.
- Por eso le digo mi Lover, de mientras le presto... ahi le van 1,000.
- Mejor luego me los prestas, deja checo que transa puedo hacer en el comité de la prepa. A ver si armo algún tokin y les tumbo una feria.
- Así no vas a llegar lejos Lover, no puedes hacer tokines cada semana y si te tuercen en la prepa te van a mandar a la chingada.
- Esos cabrones me hacen los mandados...
- Trucha Lover, y ahi le van los 1,000 pesos, total, si no los va a gastar ahorita guárdelos para después.

Le tomé el dinero. Luego en la prepa me conecté con unos compas para que tocaran por 3 cartones de chelas. Armé el tokin y les tumbé una feria. Suficiente para las próximas 2 semanas.

El Diego no me caía mal, algunas veces platiqué con él y no era mamila, nomás era muy serio. Aquí el problema es que me estaba quitando el jale y yo necesitaba el dinero.

Comencé un juego medio rudo que me estaba exponiendo demasiado, pero era la única salida de momento. De los encargos que después me dio el Adrián los comencé a rebajar con diazepan. El Adrián los rebajaba con aspirina molida, así que si yo le metía más aspirina esa madre no iba a poner loco ni a un pinche ratón. Pero con el diazepan se dormía la lengua y hacía pensar que la camisa conservaba la calidad. De 5 camisas yo sacaba 1. Cada camisa extra que yo producía me dejaba 100 pesos más. Los encargos por lo general los hacíamos de 7 camisas para arriba. Surtíamos de una sola nada más cuando el cliente era de confianza, no era intermediario o cuando la camisa era de escorpión. Lo malo que la escorpión no la podía rabajar con diazepan ni con ninguna otra chingadera, porque el cliente que la pedía era conocedor y no cualquiera la compraba, no me podía arriesgar.

Y así estuve sacando dinero extra por un tiempo, mientras que Adrián seguía dánd

Con el tiempo no sólo era el dinero nuestro problema grave, obviamente sin mencionar el cáncer. Lo que poco a poco mermaba la confianza y la ganas de seguir adelante era la misma quimioterapia. A mamá Juanita le tocaba ir cada 21 días, de esos 21 días 15 se los pasaba vomitando, apenas una semana de tranquilidad y de nuevo a la quimio... económicamente era estresante, moralmente era agotador.