Capítulo veintinueve.

jueves, 8 de mayo de 2008

En el capítulo 7 y 8 ya había hablado de Perla.

Cuando murió doña Licha, quien era la que mantenía a su hija y sus nietas, todas ellas pirujas, éstas no guardaron el luto más de 1 semana. Al fin y al cabo no tenían porque estar tristes si les había dejado una buena herencia. Pero es bien sabido que el caviar en el hocico del puerco dura lo mismo que un pan duro de hace tres días.

Perla, la madre, ya llevaba como 5 años con José, un drogadicto que no se rajaba y le seguía el paso sin escatimar dinero ni nada en el puto mundo. José era un ladron de baja casta. Se dedicaba al asalto de transeuntes, seguido quería hacer bisne con nosotros con lo que había robado. Adrián aprovechaba su necesidad por droga y le daba unos cuantos gramos por joyería en general.

En el banco doña Licha les había dejado una cuenta con la nada despeciable cantidad de 1 millon de pesos. La casa donde vivían, una finca ya vieja pero bastante grande estaba valuada en 4 millones. Por supuesto que toda la banda comenzó a frecuentar a Perla y sus hijas, por que además en apenas unos días todo el barrio se dio cuenta que estaban derrochando todo lo que tenían.

Con el millón de pesos que tenían en el banco compraron drogas y alcohol, tenían fiesta todos los días. Regalaban el dinero como si fueran papel periódico. Ahi nos tenían al Pitus, al Juan y a mí todas las noches. Cuando ya estaban bien tizadas les pedíamos dinero para ir por más pisto, las hacíamos sacar el billete grande y nos hacíamos pendejos. A los 5 minutos se les olvidaba y les volvíamos a pedir dinero para otra cosa. Eran las mujeres más bondadosas del barrio en ese momento.

Perla, la mamá un buen día despachó al José: "Sabes qué José, yo ya soy una mujer de la alta socieda', estoy forrada en billetes y voy a comenzar una nueva vida, ya no puedo estar contigo, ahi te van 12,000 pesos para que no digas que soy culera, además considéralo un pago para que ya no te me acerques". Con los ojos todos llorosos y con su tic de cocainómano le dijo: "Pero Perla, yo te amo, ademas..." Perla lo interrumpió: "no no no no, no me vengas con pendejadas, ya te dije que yo ya soy señorona y tu eres un pobre diablo José, te voy a dar otros 2,000 pesos para que no me estés chingando" Y le soltó los 14,000 pesos.

José era un drogadicto y ladrón, sí, pero hasta ese tipo de lacras tienen corazón y realmente quería mucho a Perla. Con los 14,000 pesos compró todo el alcohol que pudo, compró tachas, crack, mota, ácidos... se metió hasta el dedo de la depresión que sufrió porque Perla lo había abandonado. Sobra decir que murió de sobredosis.

El millón de pesos no duró más que 3 meses. Adrián se había hinchado de dinero vendiéndoles todo tipo de drogas. Entonces lo único que les quedaba era vender la casa. Su plan ganador era vender la finca, rápidamente comprar una más barata, mucho más barata y gastarse todo el dinero sobrante. Como la fiesta comenzaba a decaer se empezaron a deprimir por lo que mal barataron la casa en 2 millones y medio. Una ganga para el comprador.

En vez de comprar inmediatamente una nueva casa, prefirieron rentar un cuartucho todo feo por las cercanías del barrio. Como ya no podían hacer fiestas en su antigua casa, lo que hicieron fue comprarse una camioneta de esas gringas chocolate, las que les llaman Van. Ahora la fiesta era móvil. La camioneta andaba para arriba y para abajo por todo el barrio, siempre llena hasta la madre de gente y atiborrada de drogas. Dos o tres veces nos subimos a la fiesta móvil. Perla la hija apenas sabía manejar por lo que además aquello era adrenalina pura. Su hermana se llamaba Bertha, a diferencia de ella era gorda, dos años menor y tres veces más caliente. A Bertha le gustaba el Pitus, y al Pitus le gustaba el dinero de Bertha, nomás por eso se dejaba querer.

Aquella camioneta chocolate de vidrios polarizados fue toda una leyenda. El rugir de su motor forzado por tanta carga, los compartimentos llenos de pastillas y polvos, las hieleras que funcionaban también como asientos, el humo blanco, la luz negra, las risas, los billetes, la música a todo volumen... y aquel desagradable olor a sexo ocasional. "Bienvenido a la fiesta"

2 comentarios:

Lulu dijo...

Me gusta mucho la imagen del blog. Y cada capitulo me trago un amorgo sabor de vida. Y me recuerdo una vez mas de la gran bendicion que tengo al vivir mi vida asi.

Aunque hoy supe que el papa de mi hija ya tiene una vida donde ya no existimos. Me doy cuenta que mi vida sigue adelante mientras pueda darle a mi hija una vida digna vale la pena vivir.

Como bien dijera Juan d Dios Pesa

"Nadie en lo alegre de la risa fie porque en los seres que el dolor debora el rostro rie"

Den dijo...

Millon de pesos?
Pinches! Todo lo que pudieron comprar.
La idea de la van enfiestada es bastante interesante...