Capítulo 40.

sábado, 13 de septiembre de 2008

El negocio iba creciendo. El barrio comenzaba a ganar buena fama y respeto. Los que trabajábamos duro ganábamos buen billete. Y con el billete vienen los regalos para uno mismo. Aunque siempre me gustó andar en "patín del diablo" me dieron ganas de comprar un carrito. Las "caribe" siempre me gustaron porque las podías modificar con poco dinero.

- Que pasa güero...¿cómo andas?
- Ps aquí mi Lover, chingándole.
- Como debe ser loco... oye pirata, vengo por la feria.
- Híjole Lover, lo que pasa que ha estado bien malo el jale.
- En todos lados pirata, pero necesito que me des un adelanto.
- Vente el lunes y te doy una buena feria.
- Nombre... falta mucho y ando corto. ¿No tienes finanzas?
- No me ha caído nada...
- ¿Y este carrito de quien es?
- Ps mío.
- Ps vamos haciendo bisne pirata.
- Ese no lo vendo... lo quería arreglar.
- Pero tu luego agarras otro más chingón... vamos con este ¿o que?
- Me agarras a boca de jarro Lover...
- Te doy siete mil bolas y quedamos a mano con la deuda.
- Como crees Lover... me lo quieres tomar muy barato... mínimo sale en unos 17 varos, esta bueno de la máquina y no está picado. Súbele tantito.
- 7,500 y no se diga más... luego los intereses...
- Chale.

Yo no sabía manejar del todo bien, apenas uno que otro carro que nos habíamos chingado pero con la "caribe" agarré práctica. Y luego los arrancones.

Los arrancones se hacían los viernes en una avenida de un fraccionamiento nuevo. La banda se juntaba en el parque y aunque al principio los vecinos nos la hacían de tos, terminaron por ceder.
Las apuestas estaban a la orden del día, los tsurus, golfs, caribes, jettas y vochos modificados se daban cita en el lugar y hacían rugir sus motores. Eran los arrancones de los pobres.

Un día llegué con mi caribe a los arrancones dispuesto a participar. Aunque la traía más o menos arreglada, apenas le había modificado el motor. Un flowmaster y un ventilador en la toma de aire. Llegué con Pitus y con Juan, la gente nos volteó a ver porque éramos nuevos. Para pronto el Pitus se aferró una chamaca. El Juan era más lento. Yo platiqué con un grupito de chavas y en eso llegaron sus machines.

-¿ Y tú que barrio? A poco con eso piensas competir.
- Pues a ver que sale.
- En esa chingadera no le ganas ni a una bicicleta.
- Pero sí a ese pinche tsuru madreado - dije señalando el carro de dónde vi que salió.
- ¿Madreado? Con ese cabrón he ganado buen billete... te la juego ¿o te pandeas?
- Pa' luego es tarde loco.
- ¿A cuanto levantas esa chatarra?
- 140 km/h.

En eso la banda se empezó a reir, algunos en voz alta otros como diciendo "pinche pendejo". En eso señalo a uno de los amigos del cabrón que me retó y le digo.

- Tú.
- ¿Yo qué cabrón?
- Tú te vas a subir conmigo para que veas que mi caribe levanta los 140.
- No mames, en una vuelta no vas a levantar los 140.
- Tú te subes.
- 1,000 varos a que no los levantas.
- Trato.

En eso Pitus se me acerca y me dice en tono bajo.

- No mames Lover, te van a chingar.
- Tu tranquilo mi Pitus.
- Tú sabrás... pero yo nomás te digo.

Y en eso se voltea con el wey que me las iba a jugar y apuesta 3,000 varos a que yo gano y 5,000 a que llego a 140 km/h.

Nos trepamos cada quien a su carro y yo con mi copiloto. La banda se comenzó a prender, se pusieron a los lados y comenzó el desmadre. El wey del tsuru hacia sonar a todo lo que daba la máquina de su carro. Yo nomás le aceleraba para lubricar. La chava del pantalon de cuero llega con la bandera hecha con una playera y se pone en medio de los carros. Voltea a ver al tsuru, me voltea a ver a mí, sonríe y agita la bandera con energía.

Las llantas se deshacen al primer arrancón, las inconfundibles rayas oscuras se marcan justo detrás de nosotros. El humo olor a caucho quemado se expande por el lugar y la gente salta de emoción. Gritos que se escuchan cada vez más lejanos.

Meto el acelerador a fondo, rápidamente meto el clutch cambio a segunda y sigo acelerando. Apenas dura unos segundos cuando la revolucionada máquina pide la tercera. A mi derecha el tsuru me aventaja como por un metro. Dejo que la máquina se revolucione hasta los 5,000 y hago el cambio a cuarta. En ese cambio el tsuru parece alejarse aún más. Decido seguir pisando el acelerador sin compasión. Las vueltas son bruscas y el carro derrapa. A toda velocidad apenas puedes controlar o medir cada centímetro. El volante comienza a vibrar, los músculos de los brazos se tensan y empieza ese pequeño dolor en las manos debida a la presión para sostener el volante. Comienzo a ganar terreno, me acerco al tsuru. El conductor me voltea a ver y en ese pequeño descuido cae en un ligero bache. Lo rebaso, falta sólo una curva para seguir derecho hasta la meta. Ya viene la curva, freno con motor, meto velocidad y piso el acelerador. Sigo ganando pero allí viene el tsuru a toda velocidad. Ya sólo es la recta, acelero hasta sentir que ya no hay lugar para el pedal, la meta está a unos metros, sigo ganando. El tsuru hace una maniobra bestial y en los últimos metros gana la carrera mientras la mujer del pantalón de cuero agita la bandera.

- Ja! te la chingaste hermano! Ni ganaste la carrera ni llegaste a 140.

La gente parece en una fiesta y todos celebran, gritan... pero pronto los dejamos atrás de nuevo. Yo sigo con el pie en el acelerador, la mano izquierda al volante y la derecha en la palanca de velocidades.

- Ya estuvo hermano, nomás era una vuelta. Perdiste.

Meto la última velocidad y agarro el volante con las dos manos. El marcador llega a los 120, la máquina y el volante comienzan a vibrar. Comienza a dolerme la pierna derecha por ejercer tanta presión sobre el acelerador pero nada importa ahora. Alla viene la curva, si la agarro abierta no perderé tanta velocidad. Aquí viene... el rechinido de las llantas es furioso, el copiloto se pega contra su ventana, y yo trato de mantener el cuerpo en posición y con la vista siempre al frente.

- ¡Cuidado pinche loco!

El volante hace berrinche y con cada imperfección en el pavimento quiere girar hacia cualquier lado, pero yo lo agarro lo más fuerte que puedo y apenas se mueve unos centímetros. El marcador llega a los 130 pero parece que ya no quiere dar mas. "Como chingados que no". Pasamos la meta otra vez, la gente parece inmóvil, como estatuas que sólo nos siguen con los ojos. La chica del pantalón de cuero ya no agita la bandera. Y una vez más se pierden en la distancia.

- ¡Ya párale cabrón! ¡Nos vamos a morir!

El copiloto parece más blanco que cuando se subió al carro. Mi pie castiga al acelerador como si quisiera hundirlo en la misma lámina. El medidor de temperatura comienza a moverse pero no así el velocímetro que sigue en 130. La curva de nuevo... esta vez no será posible tomarla, es demasiada velocidad. Sigo derecho y espero la siguiente oportunidad para poder dar vuelta y dirigirme a la meta, tendré así más tiempo para acelerar y no morir en una curva suicida. Por fin llego al lugar indicado. Las llantas lloran de nuevo y por un momento siento que las dos llantas de mi lado estan en el aire... ya való madre. Pero no. Tocan de nuevo el suelo y acelero como el mismo demonio. Es una buena recta, meto velocidad con la máquina a toda revolución. Ruge el motor, el marcador de la temperatura sigue en ascenso pero también el velocímetro. Y llegamos a 120..127...132...135...135...135... la meta está cerca, la gente se hace más grande a cada segundo la temperatura me dice que todo va mal.... pero el velocímetro me dice lo contrario. Y como si fuera una piedra mi pie sobre el acelerador no se mueve. Llegamos a los 140. Por fin 140. Y luego se escucha un ruido metálico bajo el cofre y unos chorros de humo blanco se escapan por las orillas de la lámina. La máquina ya no ruge y no podemos ver nada. Toco un poco el freno y el carro se descontrola unos centímetros pero agarro fuerte el volante. Ahora todo el camino está en mi mente. El velocímetro baja a 100... 90... piso el freno de nuevo, baja la velocidad y decido meter freno de mano. El jalón es tan fuerte que el carro comienza a girar, los rechinidos son muy fuertes y sólo estamos esperando el sonido del golpe de la lamina con alguna otra cosa solida, ya sea carro, poste, cemento, personas.

No sé cuántos giros fueron pero al fin se detiene. No hubo golpe seco. El copiloto tiene los ojos cerrados y está fuertemente agarrado a la puerta. A mi me duelen las manos y el pie. No escucho nada, veo por la ventana humo blanco, huelo el olor a balata y llanta quemada. Abro la puerta con dificultad, no sé dónde estoy. Recargo la mano sobre el cofre y me quemo.

Poco a poco comienzo a reconocer el lugar. A lo lejos la gente inmóvil nos está mirando. Lo primero que escucho después del trance es el grito de júbilo de Pitus. Agita fuerte el brazo en el aire y corre hacía mi. Detrás de él toda la gente.

Llegan y me rodean, eso de nuevo me desorienta y siento palmadas en la espalda. Toda la gente me felicita, Pitus toma mi brazo derecho y lo levanta como símbolo de victoria.

- ¡Eres la mamada Lover, eres la pinche mamada!

La caribe está ahí toda agotada, el copiloto por fin se baja más blanco que un fantasma y antes de que se pierda entre la multitud le digo.

- Ve y dile a tu compa a cuánto llegamos. Ve y dile que mi pinche chatarra te sacó un buen pedo.

Capítulo treinta y nueve

martes, 2 de septiembre de 2008

- Son dos o tres hermanos. La mueven en San Miguel. Quieren hacer alianza con el Álamo.

- ¿Son dos o son tres?

- Dos o tres.

- Necesito saber exactamente.

- Investiga.

- Eso se cobra aparte.

- Entonces son dos.

- Entonces sólo quiebro a dos.

- 5,000 por que sean dos o tres.

- Quítame los intereses y voy a hacer los jales que siguen sin importar el número.

- ¿Quién te enseñó a negociar Lover?

- La calle.

- No hay duda, aprendiste de la mejor escuela.

- Entonces, ¿aceptas?

- Está bien, pero la espiada te la avientas también tú.

- No, no hay trato, así me ubicarían fácil.

- Te ofrezco intereses al 20% y yo investigo.

- Al 10%

- Lover, no te quieras pasar de listo. ¿Sí sabes con quién estás tratando cabrón? Acuérdate que ese dinero me lo debes y vas a pagar a quieras o no.

- Yo no te he dicho que no te voy a pagar Adrián, pero me quieres pagar muy barato el servicio.

- Al 20% y tú investigas. Si tratas de negociar el precio te rompo la cara cabroncito.

- Pero hace un momento dijiste que tú investigabas…

- Hace un momento, ahorita ya es otro momento. Y esa es mi oferta tómala o tómala, estoy siendo generoso Lover, ni al Pitus le he perdonado los intereses, así que si andas diciendo por ahí que me ablandaste el corazón voy a tener que cobrártelos al 40%. Tu plazo es el martes.

- ¿Ya el próximo?

- Ni modo que hoy mismo, a menos que seas muy cabrón.

- ¿Cómo se llaman?

- No viene en el precio, eso se cobra aparte.

- No mames Adrián...

Se levantó bruscamente, me agarró de la playera y me jaló para con él.

- No me vuelvas a decir “no mames Adrián” o te lavo la boca con plomo recabrón. – me aventó a la silla otra vez, resopló para sacarse el coraje, quedamos en silencio por unos segundos y dijo- Mi Lover, todos andamos muy estresados por el bisne, pero tenemos que guardarnos respeto.

- Esta bueno Adrián…

- Sergio, Eduardo y Alejandro… es todo lo que sé. Pregúntale al “Marqués” él fue el que investigó lo otro. Pero no se confíe mi Lover, es la última vez, las siguientes ya es como quedamos, usted investiga y usted hace el jale.

No cabe duda. Adrián seguía siendo el jefe, el padrote, el chulo.