Capítulo cuarenta y tres

martes, 26 de mayo de 2009

Antes que nada debo pedirle una disculpa a los amables lectores. Creo que merecen una explicación. Hace tiempo alguien que se topó con este blog se ofreció a publicarlo a través de cierta editorial. Para empezar con el trato era ya no publicar nada a través de este blog, luego entre que las cosas tenían que ser corregidas, algunas historias cambiadas y otras cosas borradas pues no estuve de acuerdo. No puedo dejar de contar cosas sólo para proteger a unos cuantos o porque no les gusta como es la verdad. Así que después de que se ha deshecho el trato, he decidido publicar todo el contenido por este blog.

Gracias

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El Parián es algo especial, es la cantina más grande de México y está llena de historias, tantas que necesitaríamos contarlas aparte, pero no cabe duda que es una parte importante de mi show.

El Parián está formado por muchas cantinas y bares que comparten un patio central, es uno de los lugares más famosos de estos lugares y para pistear ahí se necesita de mucho varo, no cualquiera se puede dar ese lujo.

Los meseros y cantineros son hermanos todos, no importa que unos trabajen para una cantina y otros para la competencia. Ellos forman una gran familia y siempre están al pendiente los unos de los otros. Es una gran fortaleza, pocos se atreven a molestar a un mesero y los ingenuos que lo llegan a hacer apenas si salen en pie cuando tienen suerte. Después de la pelea llegan una o dos patrullas que ya saben como estuvo el bisne y nomás se hace el teatro de siempre, simples formalidades para llevarse al revoltoso en la patrulla o en la ambulancia.

Muchos de los meseros son mis amigos y de repente en vacaciones me daban trabajo, o a veces hasta los fines de semana había chance de entrarle, cuando no tenía nada que hacer.

Se sorprenderían al ver la gran cantidad de mujeres que son dejadas en el Parián. Casi siempre son engañadas por algún pobre diablo que se las quiere dar de Satanás, las llevan al lugar y después de que ya tomaron lo suficiente dicen que van al baño y se pelan. El lugar les ayuda bastante para la huída, porque como dije, Todas las cantinas comparten un patio central, entonces sólo es cosa de atravesarlo para salir por algún otro establecimiento.

Pasan los minutos, una hora, hora y media y las pobres viejas ya no saben ni que hacer. Para entonces los meseros ya la ubicaron y no la van a dejar ir. Lo único que les queda es pagar toda la cuenta si es que traen dinero, y si no traen pues le tienen que hablar a algún amigo para que les preste dinero. En caso de que no tengan ni dinero ni amigo pues supondrán ustedes la forma de pago. ¿A quien le hacen el favor? Pues al que esté dispuesto a pagar la cuenta de la dama. Casi siempre son los cantineros los que disfrutan del servicio, porque son los que ganan buen billete.

Sucede que una de esas tantas veces estaba yo trabajando de mesero. La mujer había llegado con un treintón trajeado, que se podía ver que no tenía mucho dinero por sus zapatos todos desquebrajados de tantas veces que los había pintado. El tipo se peló por el patio, como siempre y la mujer se quedó esperando… como siempre.

Después de un rato donde la mujer revisaba nerviosamente su reloj y luego su bolso, el Ulises me dijo: “¿ya checaste? Una dejada”, “¿y cómo está?” “Pues ya se ve medio veterana”, “ a ver, deja checo” La mujer no era muy agraciada, debo admitirlo, pero tenía ese “no sé que” que atraía. “El Chucho ya le echó el ojo” me dijo el Ulises. “Aguanta Uli, dile a Chucho que me deje trabajar”… “¿Neta? El cabrón se chingó una cubeta y la vieja dos tragos” “Que pasó mi Uli, ¿a poco te pregunté de cuánto era la cuenta?” “No bueno… yo nomás te digo pa’ que sepas cuánto vas a tener que soltar” “De eso no hay cuete Uli, más bien dile al Chucho que si me va a dejar trabajarla” “Órale pues”

A los 5 minutos regreso Ulises “Dice el Chucho que no hay bronca, pero que te lo va a descontar todo de un jalón” “No hay cuete”.

Ya con el permiso de Chucho, me acerqué a la dama y amablemente le dije. “¿Se le ofrece algo más señorita? Vamos a hacer corte de caja y me preguntaba si no le molestaba que le trajera la cuenta” La tipa se me quedó viendo y se le empezaron a poner los ojos llorosos. Apretó los labios y me dijo. “Sabes qué, lo que pasa que yo venía con una persona y se quedó con todo el dinero y pues yo no te completo la cuenta y …” Yo, con las manos detrás todavía e inclinado hacía ella me hice el sorprendido. “señorita… tenemos un problema” “Perdón pero es que yo no sabía que era un patán, por favor dame chance y ahorita vamos a denunciarlo a la policía es que te lo juro que no traigo más que para mi taxi” “Mire señorita, lo que pasa que en este tipo de situaciones la policía no puede hacer nada, se lo digo por que ya ha pasado antes… y pues va a tener que pagar”. La tipa buscó en su bolso pero sólo traía un billete de 50 pesos “ves, nada más traigo 50 pesos y con eso no pago ni la mitad… no sé, si quieres me pongo a lavar platos y vasos y…” “no señorita, eso nada más pasa en las películas… aquí no se puede pagar lavando platos” “Que pena de verdad, mira traigo un celular y…” “no señorita, necesitamos el efectivo” “Pues me dices que ya ha pasado antes entonces como le hacen para pagar” “las que no traen dinero… pues… uno siempre es muy agradecido con las damas, ya sabe” “¿Qué?” “Sí señorita, uno trata de ser amable cuando los atendemos y usted podría ser amable también” “¿Me estás diciendo que…? Pero...” Y en eso se soltó llorando. Hubo un silencio incómodo y la vista clavada de los otros meseros. Luego le dije “No se preocupe señorita no es necesario, déme los 50 pesos, yo arreglo su cuenta” “Pero y ¿después? ¿Cómo te voy a pagar?” me preguntó dando a entender que no quería pagar con cuerpo. “No se preocupe, ya está pagado, va por cuenta de la casa”, “Oye muchas gracias de verdad ¿cómo te llamas?”, “Lover”, “Lover de verdad que muchas gracias no sabes la pena que me da” “Claro, a sus órdenes… permítame deje voy a pagar la cuenta, ahora vuelvo”.

Cuando fui con Chucho a pagar la cuenta este me dijo “Ya te chingaste mi Lover, las que lloran casi nunca sueltan, además de que es molesto que estén chillando a la mitad de…” “No hay cuete mi Chucho, rebájamelo todo, y ahí te van mis comandas” “¿Ya de plano te las vas a llevar? Eres cabrón Lover, mejor llévatela al baño porque si te vas te voy a pagar medio día nada más”, “No hay cuete Chucho, yo confío en que me vas a pagar el día completo” Dejé las cosas y me fui de retache a la mesa.

“¿Gusta que la lleve a su casa?”, “No como crees yo me voy caminando, gracias por todo”, “Pero ya no va a poder agarrar un taxi, ya no trae dinero y ya es muy noche” “No de verdad, mira no vivo tan lejos además…” “No diga más… hágame ese favor, yo la llevo hasta su casa”

La mujer aceptó mas a fuerzas que de ganas, la verdad es que no quería soltar cuerpo y seguro estaba pensando en que la iba a llevar al motel a cobrar lo que era mío. Quizá por eso mismo no paró de hablar en todo el camino. Me contó de sus dos hijos y que era viuda, muy joven para serlo. Me habló de su trabajo y lo mucho que se esfuerza por sacar adelante a su familia. Luego yo le pregunté de su domicilio, me dijo la calle pero no el número, yo intencionadamente le dije “ya se por donde está esa calle, está cerca del Motel Fulanito ¿no?” ella se quedó bien callada, como pensando en que su técnica para que yo desistiera de cobrarle no había funcionado. Tímidamente dijo que sí y después de eso se quedó callada. Supuso que cualquiera cosa que dijera no serviría para persuadirme.

Cuando nos acercábamos al domicilio, me dijo que diera vuelta en una calle distinta a la suya, yo le hice caso y ella sola me dirigió al motel. Cuando pasábamos justo afuera del motel me dijo con tono sumiso “ya, es aquí”. Yo me paré justo afuera y no dije nada. Nos quedamos en silencio.

“No te preocupes, no es necesario”, “Pero tu dijiste que…”, “Que quería que fueras amable conmigo, y lo fuiste, mejor dime dónde vives. ¿O en serio vives aquí?” Le dije yo en un tono amable ella cambió totalmente su expresión soltó una leve sonrisa y me dijo “Sigue derecho y a la siguiente vuelta a la derecha, yo te voy diciendo”

Por fin la dejé en su casa. Era una casa modesta, en cuánto se bajó una mujer de facciones parecidas a la de ella salió de la casa y le reclamó el haber llegado tan tarde, le juró que no volvería a cuidar a sus hijos si seguía yéndose con un cabrón y regresando con otro.

Yo arranqué y me fui para el 14. ¡Carajo! Como me molestaba que dentro de mí todavía me conmoviera ese tipo de cosas. Mil veces ¡carajo!

Pronto sigue hasta el final sin parar

viernes, 22 de mayo de 2009

Teletransportando alma informática.

No me importa cuántos sean ni qué motivos tengan, este rollo no detendrán, ráfaga sin piedad.