Capítulo cuarenta y siete

jueves, 25 de junio de 2009

- Pitus, carnal, dice el Adrián que hay que ir a cobrarle a los de Jarpis. Hazme esquina, ya sabes que a los de Jarpis les gusta hacerla de pedo por todo, y montonean.
- Pa' luego es tarde Lover, vámonos.

Quedamos de ver al Dario en la gasolinera, le dijimos que llevara el dinero y las cosas iban a ser fáciles. Pero a la gente le gusta la forma difícil.

Lo estuvimos esperando durante varios minutos y nunca llegó, así que tuvimos que ir a buscarlo a su casa. Yo creo que quería que lo fueramos a buscar precisamente a su casa. Llegamos, tocamos la puerta y nadie salió, tocamos más fuerte y yo vi que alguien se asomó por la ventana, al parecer era la hermana del Dario. Total, se hizo mucho del rogar pero por fin avisó que salía.

Nosotros nos regresamos para el carro, ya era mucho estarlo esperando todavía de pie, prendimos el estéreo y platicamos cualquier pendejada. Un rato después baja el Dario y se acerca a mi puerta, con un movimiento ágil se lleva la mano atrás, saca un cuete y me lo pone en la pierna.

- Miren hijos de su puta madre no quiero que anden viniendo a mi casa a cobrar unos pinches pesos...
- Unos pinches pesos que no tienes Dario
- Cállate cabrón que te suelto un plomazo, lárguense que no les voy a pagar ni madres.

Yo no me asusté para nada, Pitus menos, nos volteamos a ver con cara de "a estos pendejos siempre les gusta la manera difícil", suspiré para aguantarme el coraje y lo volteé a ver a los ojos.

- Dario, no seas baboso y guarda tu pistolita... no te vayas a meter en problemas
- Cállate o te vuelo el pito pendejo.
- Guardalo te dije
- A mi no me des órdenes.
- ¡Oh que la chingada pues!

Abrí las piernas rápidamente mientras con un movimiento agarré el cañon de la pistola para mantenerlo en el mismo lugar, de esta manera la pistola ahora apuntaba hacia el asiento, si disparaba el agujero quedaba en el carro, no en mi pierna, luego Pitus se bajó, Darío trató de arrebatarme la pistola, no pudo y decidió hacerle frente a Pitus. No era rival para él, ni mucho menos, Pitus lo abarató de volada. Lo trepamos al carro.

- Dario, no mames cabrón, es que ¡no mames! no había por que ser pendejo
- Cállate puto, nomás porque venía el Pitus que si no te hubiera volado el pito, cabrón, ¡el pito!
- Pinche perro, a los perros se les trata como lo que son. Encuérate.
- ¿Qué? pinches jotos...
- Encuérate y yo si le jalo al gatillo.

El Darió se encueró, en una ferretería compramos una cinta para ductos y un pedazo de cuerda, le enrollamos las manos con la cinta, para que parecieran patas de perro y lo amarramos a un poste cerca de donde se juntaba su gente.

- Ladra
- No, no mamen wey...
- Ladra
- Ya wey, ya estuvo, si les voy a pagar...
- ¡Que ladres hijo de tu perra madre! - le grité mientras lo azotaba en la espalda con un pedazo de cable que traía suelto en el carro.
- ¡Ay! no mames cabron, no mames...
- Los perros no hacen ¡ay! pendejo - y le solté otro chicotazo.
- ¡Wey! ¡ya! les voy a pagar, es más... vamos ahorita por la feria y... ¡ay! ¡ay!
- Que los perros no hacen ¡ay!, ya te dije...
- Lover, ya me cansé, dale un tiro y ya - dijo Pitus.
- No wey, por favor, Pitus, aguanta... saca la feria de..
- ¿De tu cartera? pinche miserable nomás traías 300 pesos, y ya lo hice - dijo Pitus.
- ¿Le vas a hacer como perro o le hago caso al Pitus?
- No wey.... ¡ay!.... ya pues ¡ay!, ¡ahhh! ya, ya ¡ay! ya no me pegues... gu... gua... ¡guau! ya, ya ladré cabrón, ya.
- Muchas veces, ladra como el perro que eres.
- No pero... ¡ay! ya... pues... ¡guau! ¡guau! ¡guau!
- Más
- ¡guau!¡guau!
- Más o menos, te vas a tener que quedar a practicar tu ladrido hasta que me convenza.

Lo amarré bien del poste al cuello, debido a que las manos las tenía llenas de cinta no podía desamarrarse, le di unos latigazos en las nalgas pelonas y lo dejamos ahí encuerado ladrando como perro. Como el perro que era.

Capítulo 46

miércoles, 17 de junio de 2009

La seguí viendo, pero ya no en el Parián. La segunda vez que la vi fue porque la fui a buscar a su casa. Me abrió su hija, como que yo no le agradé en ese instante pues fue a buscar a su madre con no muy buenos modales.

La invité a salir, pero ella no podía porque no tenía con quien dejar a sus hijos. Le dije que nos los lleváramos por una nieve. Ella aceptó con gusto.

Y así nos vimos otras tantas veces, a veces con los niños y a veces sin ellos. Trabajaba medio turno y obtenía dinero cada mes de la pensión de su difunto esposo. No era la gran cosa pero no tenían necesidades.

Aquello era muy extraño, no sé porqué le dije mi verdadero nombre, pues aunque mucha gente lo sabía sólo a mamá Juanita (qepd) y Elizabeth les permitía que me dijeran así. Ahora a ella también… y a los niños que comenzaban a tomarme cariño.

Me contó del tipo que la había dejado sola en el Parián, me dijo que lo había conocido en el trabajo. Le pregunté en dónde trabajaba. Fui un día y ubiqué al tipo y me fijé que carro manejaba. Fui al segundo día y lo esperé en su carro. Le pegué sabroso, y el tipo como costalito de box, ni las manos metía. Me pidió perdón y le dije la frase como de película que tanto me gusta: “perdón nomás se le pide a Dios, a mi pídeme caridad y a ella pídele disculpas”. Se creía muy guapito, nomás por eso le tumbé tres dientes. Ella se enojó conmigo… o hizo como que se enojó porque por dentro le había gustado.

Uno de los días que habíamos podido salir solos y que íbamos regreso a su casa, ella me dijo “da vuelta a aquí”. No pensé en nada, tan sólo obedecí las órdenes.

Seguí manejando con las instrucciones que me daba hasta que por fin llegamos hasta el motel que habíamos pasado el primer día que la conocí, cuando la habían dejado sola en el Parián. Dijo que nos metiéramos. Y yo ¿qué otra cosa podía hacer más que obedecer órdenes?

Entonces comprendí porque ella era tan joven y tenía dos hijos. Se movía como diosa. El cabrón de su difundo marido no podía tener tanta suerte, por eso se murió pronto. Ella sabía que era lo que querías, cómo lo querías y durante cuánto tiempo. Duramos alrededor de una hora y media pero más por méritos de ella que por los míos. No sé que fue lo que hizo para que la cosa durara por tanto tiempo. Jamás me había sucedido algo tan grandioso. Con otras mujeres hice el experimento de comer lo mismo que aquel día, para ver si duraba lo mismo. Llegué al extremo de hacer exactamente lo mismo, levantarme a la misma hora, comer a la misma hora, la misma comida e incluso llevarlas al mismo motel. Jamás logré algo parecido.

Cuando terminamos después de esa larga jornada, busqué un cigarro en su bolso, pero no traía, por lo que me quedé mirando como un tonto hacia el techo. Ella recostada en mi pecho y los dos en silencio. Hasta que todo se derrumbó. Me dijo que me amaba, que no había encontrado a alguien como yo. Que daría todo por mí.

Me asusté, así fueron las cosas: me llené miedo. La llevé a su casa, le dije que iba por unos cigarros, que volvería. No lo hice, me fui para el 14 y no regresé. Pero al menos yo si la había dejado en su casa. Al menos yo, sí pagué la cuenta.

Capítulo cuarenta y cinco

lunes, 8 de junio de 2009

Mamá Juanita siempre había sido muy religiosa. No había domingo que faltara a misa de 7. Si yo iba era por estar con ella, por el respeto que le tenía pero jamás a escuchar el sermón de alguien tan pecador como yo.

El padre Alejandro tenía bastantes años en la parroquia y por eso mamá Juanita lo conocía muy bien. Se quedaban harto rato platicando de la comunidad. A veces ella le ayudaba en los arreglos de semana santa o alguna otra festividad. El padre, por su parte, nos estimaba, me preguntaba de la escuela y me decía que entrara al seminario. Dios me libre.

La misa por el funeral de mamá Juanita fue la última vez que me paré en el templo, y después poquísimas veces vi al padre Alejandro, puras casualidades.

Un día el Adrián me habló para llevar un encargo: "pícale Lover, lléva a esta chamaca a tal dirección". Yo me le quedé viendo, la chamaca no parecía ser mayor, por eso me le acerqué al Adrián y le dije en voz baja "¿que pasó Adrián? ¿no que no manejabámos MP? (por aquello de Ministerio Público)" "Mira Lover, no tengo por que darte explicaciones, nomás que hoy ando de buenas... este es un encarguito especial, así que deja de hacerle al huevón y llévala"

La trepé a la bici y fui a la dirección del papelito. No estaba muy retirado, de volada llegamos al domicilio, aquella era una casa grande, no muy suntuosa pero grande. Creí que era de algún politiquillo, algún riquillo aburrido de la esposa.

Toqué un par de veces, hasta que por fin alguien se acercó a la puerta. Desde dentro preguntaron "¿Quién es?" a lo que respondí "Vengo con su encargo, de parte del Adrián". Se abrió la puerta de golpe, como quien está emocionado por recibir un regalo, la regordeta figura salió a la calle y nos quedamos viendo unos segundos sin decir palabra por la sorpresa.

El cliente era el padre Alejandro. Vestido con una camisa azul y un pantalón negro de todos modos tenía la finta de sacerdote. Los nervios y la sorpresa provocaron que el padre soltara una risilla, puso sus manos sobre la chava y la pasó delicadamente a su casa mientras las perlas de sudor brotaban de su frente, no sé si por los nervios de estarme viendo o por las ganas que le traía a la chamaca.

"Qué milagro Lover ¿todavía te dicen así no? No sabía que trabajabas para el Adrián" me dijo en un tono como de reclamo, según él para agarrar el sartén por el mango, para recordarme a mamá Juanita. "Sí, todavía me dicen así padre Alejandro... no sabía que usted era cliente del Adrián" le contesté haciéndo énfasis en "padre" y demostrándole que el que lo tenía por los huevos era yo. "Ya ves Lover, chamaco, no lo tomes a mal, estás chavo y a lo mejor no alcanzas a comprender este tipo de cosas... esta vida no es fácil y es mejor pagar por pecar que hacerlo así nomás ¿no crees?" Me dijo a manera de disculpa barata. "Si usted dice... paso al rato padre, nomás no me la despeine mucho" "Cuídate hijo, te vas a llevar buena propina" Se despidió levantando la mano y pude notar un ligero temblor. No eran nervios lo que traía el viejo.

Regresé en una hora, pero se tardó todavía media hora más. Por fin salió todo agitado y sudando como el cerdo que era.

"Trabajan muy buen material eh Lover" me dijo mientras pellizcaba la mejilla de la chava quien se estaba arreglando la ropa por las prisas. "Pa' cuando guste padre, ahí estamos a la orden" Luego se acercó y me djo al oído "Ahi te van unos buenos centavos Lover, las chamacas que manejan... ¿saben guardar secretos?" "No se preocupe, ellas saben como funciona este jale" "Bien, muy bien... un último favor Lover, ya sabes que a los feligreses no les gustan los escándalos y pues..." "Yo tampoco voy a decir nada padre, es la primera regla del bisne" "Muchas gracias y que Dios te bendiga". Cuando nos íbamos le dio una nalgada a la muchacha. No recuerdo haber visto en otro cliente un gesto de esos.

Capítulo 44

martes, 2 de junio de 2009

No recuerdo si ya he contado antes de Rito. De cualquier manera Rito merece ser recordado cada que se tenga la oportunidad.

Él era de un estado vecino, tenía familia aquí en el Barrio 14 porque su hermano se había venido a trabajar para acá desde muy chico. Rito era una leyenda, era de la misma generación del Adrián, sólo que él trabajaba la mayor parte del tiempo en su pueblo, nomás por eso el Adrián había llegado alto, porque el que movía todo el bisne era él. Por eso cada que Rito se venía para pasar un tiempo en el barrio, traía un hervidero por todos lados.

Si no lo conocías dificilmente te imaginabas que ese pedazo de hombrecito fuera capaz de armar tanto desmadre. Yo creo que apenas llegaba a medir 1.60 m, no pesaba más de 60 kilos, morenito, usaba un bigote bonachón y era siempre muy amable.

Yo lo conocí chavo, cuando todavía vivía mamá Juanita que en paz descance, y por alguna extraña razón desde el principio le caí bien, quizá le di lástima. Nunca le escuché decirle a alguien más los consejos que a mi me daba: "Mi Lover, usted no le vaya a entrar a esas chingaderas de la mota, si alguno de estos cabrones le ofrece me dice, para ir a ponerle una chinga", "Que pasó chamaco, ¿ya se puso a estudiar?, primero el estudio y luego el bisne", o cuando me decía: "Lover, te traje unos elotes, están bien tiernitos, los corté allá en el rancho". Eso era bien diferente, a los otros chavos nomás les decía "muchachos pendejos, en vez de fumarse la mercancía vayan a venderla.. ¡órale huevones! a hacer varo" Quizá por eso mismo yo no lo respetaba como todos los demás, yo no sabía hasta donde era capaz de llegar... ni me lo hubiera imaginado, yo nomás pensaba que era un don a toda madre.

La primera vez que me puse a pensar de verdad en el respeto que le tenían ya estaba yo algo grande y claro, bien metido en el bisne.

Resulta que cerca de la vecindad, sobre la misma calle, habían llegado unos nuevos vecinos. De seguro los cabrones no sabían a donde habían llegado y mucho menos conocían a la banda y a los que había que guardarles respeto, por lo que el hijo mayor de esa familia llegaba todas las noches fanfarroneando en su carro, con el sonido a todo volumen. Típico farol de barrio, que ya por salir quemando llanta en un carro con rines, sonido y usando lentes creen que son los pachucos del lugar, los chichos. Llevaban apenas un mes, y ya nos caían gordos, pero como relativamente no se metían con nadie, tampoco nosotros lo hacíamos.

Cierta noche que iba yo llegando a la vecindad, deje el carro mal estacinado pues me había detenido a platicar un rato con la banda que estaba ahí afuera. Rito estaba como a unos 10 metros cortejando a una de las gordas pirujas, a él le encantaba jugar a que las cortejaba, además que como dije, era siempre muy amable.

En eso llegó el tipo este con el sonidazo y al ver que no alcanzaba a pasar porque mi carro le estorbaba comenzó a hacer rugir su motor, no sono el claxon, no hizo señales con las luces, el señor pachuco comenzó a hacer rugir su motor mientras se medio asomaba por la ventana volteándome a ver. Yo ni me molesté en decirle nada, simplemente me subí al coche y lo moví para que alcanzara a pasar, justo cuando tuvo el espacio mínimo suficiente para hacerlo el tipo quemó llanta y salió disparado hasta frenar escandalosamente frente a su casa, apenas unos metros adelante de la vecindad.

Rito vio toda la acción, luego Pitus me dijo: "no te hubieras quitado para que se le quitara al hijo de la chingada... a la próxima lo reventamos", y yo le contesté "ese cabrón no vale nada Pitus, ya se dará el momento para demostrarle con quien se mete".

Entonces Rito sin voltear a ver a nadie murmura "hijo de la chingada" y con paso firme se acerca a la ventanilla del tipo este mientras le dice "a ver hermano, espérame tantito". Que Rito se moviera fue suficiente para que todos los que estabamos en la calle no hicieramos otra cosa más que estar atentos a la situación.

Cuando por fin llega hasta el auto, una vez que el tipo había abierto el portón de la cochera para meter su carro y regresado al mismo, Rito le dice "Amigo, no andes circulando tan rápido por esta calle, hay niños jugando y puedes provocar un accidente" a lo que el tipo responde "yo circulo como se me de la pinche gana". Rito era de mecha corta por lo que se prendió después de esa frase "A ver hijo de tu pinche madre, vamos poniendo las cosas bien en claro: primero le bajas a tu pinche ruido", "mire ruco, es mi carro y yo le trepo lo que se me antoje", parecía que de un momento a otro Rito iba a explotar y mientras todos esperábamos los madrazos al estilo de las buenas películas de acción dónde sacan al insolente del carro a través de la ventana, Rito se le quedó viendo unos segundos, por un pequeño instante bajó la mirada como para encontrar las palabras adecuadas y lo vio directo a los ojos: "Mira, se me hace que no nos hemos entendido..." el pendejo lo interrumpió "mire ruco, usted no sabe quien soy yo..." y Rito lo interrumpió también agarrándolo del cuello de la playera y jalándolo violéntamente para con él "ni tú tampoco sabes quien soy yo cabroncito, entonces estamos parejos pero no somos iguales...lo que te estoy diciendo es que vas a apagar tu ruido, te vas a dar en reversa hasta la esquina y desde allá te vas a venir muy despacio, vas a guardar tu carrito y sin hacer un pinche ruidito, escúchame bien cabrón que ya se me secó la boca, sin hacer un pinche ruidito te vas a meter a tu casa y te vas a dormir." Esa última mirada de Rito era poderosa, convincente, pesada, temible. En la vida he visto esa mirada otra vez. Luego dijo: "¿OK?" hubo un pequeño silencio y repitió fuerte "¿OK?", el pendejo del carro respondió afirmativamente con la cabeza, Rito dio un paso hacia en medio de dos coches estacionados y el tipo puso en reversa su carro y siguió al pie de la letra las instrucciones de Rito. La escena era por demás graciosa, el bato todo temeroso en su carro como a 10 km por hora en medio de toda la banda. Si nadie se burló del tipo fue porque todos estábamos más atentos a la pequeña humanidad de aquel gran cabrón, Rito, que del pendejo del coche.

Luego Rito se me acercó y todavía algo enojado me dio una palmada en el hombro y me dijo: "Respeto Lover, respeto... hay que enseñarle a esos cabrones como son las cosas en el Barrio 14"

Partió rumbo a la vecindad, algo le dijo a la piruja gorda y se escucharon sus risas, se metieron al departamento. Era hora de ganarse el respeto de aquella mujersota.