Capítulo cuarenta y tres

martes, 26 de mayo de 2009

Antes que nada debo pedirle una disculpa a los amables lectores. Creo que merecen una explicación. Hace tiempo alguien que se topó con este blog se ofreció a publicarlo a través de cierta editorial. Para empezar con el trato era ya no publicar nada a través de este blog, luego entre que las cosas tenían que ser corregidas, algunas historias cambiadas y otras cosas borradas pues no estuve de acuerdo. No puedo dejar de contar cosas sólo para proteger a unos cuantos o porque no les gusta como es la verdad. Así que después de que se ha deshecho el trato, he decidido publicar todo el contenido por este blog.

Gracias

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El Parián es algo especial, es la cantina más grande de México y está llena de historias, tantas que necesitaríamos contarlas aparte, pero no cabe duda que es una parte importante de mi show.

El Parián está formado por muchas cantinas y bares que comparten un patio central, es uno de los lugares más famosos de estos lugares y para pistear ahí se necesita de mucho varo, no cualquiera se puede dar ese lujo.

Los meseros y cantineros son hermanos todos, no importa que unos trabajen para una cantina y otros para la competencia. Ellos forman una gran familia y siempre están al pendiente los unos de los otros. Es una gran fortaleza, pocos se atreven a molestar a un mesero y los ingenuos que lo llegan a hacer apenas si salen en pie cuando tienen suerte. Después de la pelea llegan una o dos patrullas que ya saben como estuvo el bisne y nomás se hace el teatro de siempre, simples formalidades para llevarse al revoltoso en la patrulla o en la ambulancia.

Muchos de los meseros son mis amigos y de repente en vacaciones me daban trabajo, o a veces hasta los fines de semana había chance de entrarle, cuando no tenía nada que hacer.

Se sorprenderían al ver la gran cantidad de mujeres que son dejadas en el Parián. Casi siempre son engañadas por algún pobre diablo que se las quiere dar de Satanás, las llevan al lugar y después de que ya tomaron lo suficiente dicen que van al baño y se pelan. El lugar les ayuda bastante para la huída, porque como dije, Todas las cantinas comparten un patio central, entonces sólo es cosa de atravesarlo para salir por algún otro establecimiento.

Pasan los minutos, una hora, hora y media y las pobres viejas ya no saben ni que hacer. Para entonces los meseros ya la ubicaron y no la van a dejar ir. Lo único que les queda es pagar toda la cuenta si es que traen dinero, y si no traen pues le tienen que hablar a algún amigo para que les preste dinero. En caso de que no tengan ni dinero ni amigo pues supondrán ustedes la forma de pago. ¿A quien le hacen el favor? Pues al que esté dispuesto a pagar la cuenta de la dama. Casi siempre son los cantineros los que disfrutan del servicio, porque son los que ganan buen billete.

Sucede que una de esas tantas veces estaba yo trabajando de mesero. La mujer había llegado con un treintón trajeado, que se podía ver que no tenía mucho dinero por sus zapatos todos desquebrajados de tantas veces que los había pintado. El tipo se peló por el patio, como siempre y la mujer se quedó esperando… como siempre.

Después de un rato donde la mujer revisaba nerviosamente su reloj y luego su bolso, el Ulises me dijo: “¿ya checaste? Una dejada”, “¿y cómo está?” “Pues ya se ve medio veterana”, “ a ver, deja checo” La mujer no era muy agraciada, debo admitirlo, pero tenía ese “no sé que” que atraía. “El Chucho ya le echó el ojo” me dijo el Ulises. “Aguanta Uli, dile a Chucho que me deje trabajar”… “¿Neta? El cabrón se chingó una cubeta y la vieja dos tragos” “Que pasó mi Uli, ¿a poco te pregunté de cuánto era la cuenta?” “No bueno… yo nomás te digo pa’ que sepas cuánto vas a tener que soltar” “De eso no hay cuete Uli, más bien dile al Chucho que si me va a dejar trabajarla” “Órale pues”

A los 5 minutos regreso Ulises “Dice el Chucho que no hay bronca, pero que te lo va a descontar todo de un jalón” “No hay cuete”.

Ya con el permiso de Chucho, me acerqué a la dama y amablemente le dije. “¿Se le ofrece algo más señorita? Vamos a hacer corte de caja y me preguntaba si no le molestaba que le trajera la cuenta” La tipa se me quedó viendo y se le empezaron a poner los ojos llorosos. Apretó los labios y me dijo. “Sabes qué, lo que pasa que yo venía con una persona y se quedó con todo el dinero y pues yo no te completo la cuenta y …” Yo, con las manos detrás todavía e inclinado hacía ella me hice el sorprendido. “señorita… tenemos un problema” “Perdón pero es que yo no sabía que era un patán, por favor dame chance y ahorita vamos a denunciarlo a la policía es que te lo juro que no traigo más que para mi taxi” “Mire señorita, lo que pasa que en este tipo de situaciones la policía no puede hacer nada, se lo digo por que ya ha pasado antes… y pues va a tener que pagar”. La tipa buscó en su bolso pero sólo traía un billete de 50 pesos “ves, nada más traigo 50 pesos y con eso no pago ni la mitad… no sé, si quieres me pongo a lavar platos y vasos y…” “no señorita, eso nada más pasa en las películas… aquí no se puede pagar lavando platos” “Que pena de verdad, mira traigo un celular y…” “no señorita, necesitamos el efectivo” “Pues me dices que ya ha pasado antes entonces como le hacen para pagar” “las que no traen dinero… pues… uno siempre es muy agradecido con las damas, ya sabe” “¿Qué?” “Sí señorita, uno trata de ser amable cuando los atendemos y usted podría ser amable también” “¿Me estás diciendo que…? Pero...” Y en eso se soltó llorando. Hubo un silencio incómodo y la vista clavada de los otros meseros. Luego le dije “No se preocupe señorita no es necesario, déme los 50 pesos, yo arreglo su cuenta” “Pero y ¿después? ¿Cómo te voy a pagar?” me preguntó dando a entender que no quería pagar con cuerpo. “No se preocupe, ya está pagado, va por cuenta de la casa”, “Oye muchas gracias de verdad ¿cómo te llamas?”, “Lover”, “Lover de verdad que muchas gracias no sabes la pena que me da” “Claro, a sus órdenes… permítame deje voy a pagar la cuenta, ahora vuelvo”.

Cuando fui con Chucho a pagar la cuenta este me dijo “Ya te chingaste mi Lover, las que lloran casi nunca sueltan, además de que es molesto que estén chillando a la mitad de…” “No hay cuete mi Chucho, rebájamelo todo, y ahí te van mis comandas” “¿Ya de plano te las vas a llevar? Eres cabrón Lover, mejor llévatela al baño porque si te vas te voy a pagar medio día nada más”, “No hay cuete Chucho, yo confío en que me vas a pagar el día completo” Dejé las cosas y me fui de retache a la mesa.

“¿Gusta que la lleve a su casa?”, “No como crees yo me voy caminando, gracias por todo”, “Pero ya no va a poder agarrar un taxi, ya no trae dinero y ya es muy noche” “No de verdad, mira no vivo tan lejos además…” “No diga más… hágame ese favor, yo la llevo hasta su casa”

La mujer aceptó mas a fuerzas que de ganas, la verdad es que no quería soltar cuerpo y seguro estaba pensando en que la iba a llevar al motel a cobrar lo que era mío. Quizá por eso mismo no paró de hablar en todo el camino. Me contó de sus dos hijos y que era viuda, muy joven para serlo. Me habló de su trabajo y lo mucho que se esfuerza por sacar adelante a su familia. Luego yo le pregunté de su domicilio, me dijo la calle pero no el número, yo intencionadamente le dije “ya se por donde está esa calle, está cerca del Motel Fulanito ¿no?” ella se quedó bien callada, como pensando en que su técnica para que yo desistiera de cobrarle no había funcionado. Tímidamente dijo que sí y después de eso se quedó callada. Supuso que cualquiera cosa que dijera no serviría para persuadirme.

Cuando nos acercábamos al domicilio, me dijo que diera vuelta en una calle distinta a la suya, yo le hice caso y ella sola me dirigió al motel. Cuando pasábamos justo afuera del motel me dijo con tono sumiso “ya, es aquí”. Yo me paré justo afuera y no dije nada. Nos quedamos en silencio.

“No te preocupes, no es necesario”, “Pero tu dijiste que…”, “Que quería que fueras amable conmigo, y lo fuiste, mejor dime dónde vives. ¿O en serio vives aquí?” Le dije yo en un tono amable ella cambió totalmente su expresión soltó una leve sonrisa y me dijo “Sigue derecho y a la siguiente vuelta a la derecha, yo te voy diciendo”

Por fin la dejé en su casa. Era una casa modesta, en cuánto se bajó una mujer de facciones parecidas a la de ella salió de la casa y le reclamó el haber llegado tan tarde, le juró que no volvería a cuidar a sus hijos si seguía yéndose con un cabrón y regresando con otro.

Yo arranqué y me fui para el 14. ¡Carajo! Como me molestaba que dentro de mí todavía me conmoviera ese tipo de cosas. Mil veces ¡carajo!

Pronto sigue hasta el final sin parar

viernes, 22 de mayo de 2009

Teletransportando alma informática.

No me importa cuántos sean ni qué motivos tengan, este rollo no detendrán, ráfaga sin piedad.

Capítulo 42

viernes, 17 de octubre de 2008

El negocio de las prostitutas siempre fue nuestra mejor y más segura fuente de ingresos. Con las prostis no había tanto problema como con la droga. A los policías les gusta incautar la droga para alzarse el cuello y decir que ya decomisaron tal o cual cargamento. Luego sacan las fotos de algunos gatos que atraparon y con eso, según ellos, han hecho su trabajo. En un mes salían los gatos del pintón, parte del decomiso sería consumido y revendido por los azules. Para que hacerle tanto al cuento.

En cambio, esos mismos azules que decomisan la droga se dan por bien servidos con un buen jale por parte de las señoras meretrices. "A ver Suleika, quiero que le hagas un jale de campeonato aquí al comandante" y con eso dejaban de molestar por algún tiempo.

Me gusta contar esta historia cuando hablo de putas.

Cuando Adrián subió al trono del Barrio 14, con él vino el apogeo de las pirujas. Como he dicho siempre, la regla fue que debían ser mayores de edad. Nosotros apenas éramos unos chamacos nalgasmiadas cuando comenzamos en el bisne del padrotismo.

Cómo no teníamos ni dinero ni la estatura para manejar un vehículo debíamos llevar a las pirujas en nuestras bicicletas hasta el lugar de la "cita". Obviamente para entonces el servicio se daba apenas en los barrios cercanos . Cobrábamos 30 pesos. Sí, 30 pesos. Aunque claro eso fue mientras se aclientaba el negocio, después el precio se fue a las nubes y a nosotros nomás nos subieron como 5 pesos de propina.

Y allí iba el Lover en su GT cromada con "diablitos" en la llanta de atrás donde iba montada una señora gorda con un mini vestido, un escote de pulmonía, los labios rojos sangre, los párpados azules y los chapetes rositas como cochinito. Uno de verdad hacía pierna llevando a semejante trozo de amor.

Tenia un cliente que por lo menos cada dos semanas nos solicitaba las atenciones de Doña Celeste. Era un trailero que vivía con su mamá y con su hermano. Bigotón, prieto, panzón y buena persona. Siempre trataba de regatear pero yo nunca accedí a bajarle ni un peso.

"Pinchi Lover, tan chamaco y tan duro para el bisne" Me sacudía la cabeza con su regordeta mano y sonreía dejando ver su dentadura amarilla e incompleta.

Cada que iba por ella al terminar el servicio salia con el vestido todo chueco, despeinada, con el maquillaje corrido y oliendo a sexo rancio, aunque en ese entonces no sabía que ese olor tan rancio era el olor del sexo entre un camionero y una prostituta.

Un día ya no quiso ir. "¿Luego doña Celeste? no le pagan bien" "No Lover, ps si no es por eso, me gano buenos centavos... pero ese pinche trailero es muy bestia" Si Doña Celeste ya no le entraba al jale yo dejaba de ganar la propina así que me fuí de volada a casa de don trailero, hablé con él y quedamos en un acuerdo. Luego regresé por Doña Celeste, la convencí y la llevé de vuelta.

Cuando fui por ella ya que terminó su servicio ya no andaba tan despintada ni con el vestido tan chueco. "¿Cómo le fue en el servicio Doña?" "Pues yo no sé que le dijiste Lover... pero siendo así hasta todos los días... es más ahi te van dos pesitos para el refresco" "Gracias Doña". Y yo sudando la gota gorda por pedalear con todo ese peso y ella con una sonrisa en el rostro llegamos a la vecindad.

Capítulo cuarenta y uno punto dos

jueves, 2 de octubre de 2008

Siempre habíamos evitado la palabra "matar" y la habíamos cambiado por "quebrar", el motivo era psicológico: matar lo hacían las bestias, quebrar lo hacían los profesionales; y nosotros no éramos unas bestias.

Las entrevistas de "trabajo" casi siempre eran las mismas.

- ¿Cuántos van a ser?
- Nada más uno.
- ¿Es cabecilla?
- No, es un pendejo.
- ¿De qué barrio es?
- De ninguno.
- ¿Por qué lo quieres quebrar?
- Eso no se pregunta carnal.
- A mí si me gusta saber, si quieres que te haga el jale tienes que cooperar.
- Porque se pasó de lanza con mi hermana.
- ¿Qué le hizo exactamente?
- La embarazó.
- ¿Y nomás por eso quieres quebrarlo? a cuántas viejas no has dejado embarazadas tú cabrón. ¡Imáginate! A la mayoría ya nos hubieran quebrado... no chingues.
- Pero yo no las he drogado.
- ...
- ¿Así ya cambia verdad?
- Eso sí, así ya cambia. Dame la foto y dime donde lo topo.
- La dirección me la sé, pero la foto la dejé en el carro. Deja voy por ella.
- Está bueno... pero te voy a vasculear otra vez, no me vayas a salir con una chingadera.
- No, no, cómo crees.
- Órale pues, no te tardes.
- Carnal ¿y ese cuico que está haciendo a un lado de mi carro?
- ¿Cuál cuico?
- ¿Me quieres poner un 4?
- No digas pendejadas... ¿cuál cuico?
- Pues ese que está ahí parado a un lado ¿es de tu nómina?
- Yo no veo ningún cabrón.
- ¿Me estás poniendo un 4?
- Ahí no hay ningún pinche cuico.
- Fijate bien ahí esta parado el hijo de su puta madre...

Se paró de la silla, miró fijamente por la ventana y en ese pequeño lapso de distracción aproveché para sacar la navaja que había puesto a lo largo de mi fajo por la cara de adentro.

- Shh shh shh... calladito cabrón... calladito.
- No te pases de...
- ¿De qué?... shhh... esto es para que tus chalanes aprendan a vasculear bien para la otra, lástima que para tí ya no hay otra vez.
- ¡PARO!.

Corté de tajo la garganta. El chalan entró de repente pero un tiro le perforó la nuca. Pitus también hizo bien su trabajo

Habíamos quebrado a uno de los mejores. El mensaje estaba dicho, Pitus y yo íbamos por el puesto. El Barrio 14 decía presente.

Capítulo 40.

sábado, 13 de septiembre de 2008

El negocio iba creciendo. El barrio comenzaba a ganar buena fama y respeto. Los que trabajábamos duro ganábamos buen billete. Y con el billete vienen los regalos para uno mismo. Aunque siempre me gustó andar en "patín del diablo" me dieron ganas de comprar un carrito. Las "caribe" siempre me gustaron porque las podías modificar con poco dinero.

- Que pasa güero...¿cómo andas?
- Ps aquí mi Lover, chingándole.
- Como debe ser loco... oye pirata, vengo por la feria.
- Híjole Lover, lo que pasa que ha estado bien malo el jale.
- En todos lados pirata, pero necesito que me des un adelanto.
- Vente el lunes y te doy una buena feria.
- Nombre... falta mucho y ando corto. ¿No tienes finanzas?
- No me ha caído nada...
- ¿Y este carrito de quien es?
- Ps mío.
- Ps vamos haciendo bisne pirata.
- Ese no lo vendo... lo quería arreglar.
- Pero tu luego agarras otro más chingón... vamos con este ¿o que?
- Me agarras a boca de jarro Lover...
- Te doy siete mil bolas y quedamos a mano con la deuda.
- Como crees Lover... me lo quieres tomar muy barato... mínimo sale en unos 17 varos, esta bueno de la máquina y no está picado. Súbele tantito.
- 7,500 y no se diga más... luego los intereses...
- Chale.

Yo no sabía manejar del todo bien, apenas uno que otro carro que nos habíamos chingado pero con la "caribe" agarré práctica. Y luego los arrancones.

Los arrancones se hacían los viernes en una avenida de un fraccionamiento nuevo. La banda se juntaba en el parque y aunque al principio los vecinos nos la hacían de tos, terminaron por ceder.
Las apuestas estaban a la orden del día, los tsurus, golfs, caribes, jettas y vochos modificados se daban cita en el lugar y hacían rugir sus motores. Eran los arrancones de los pobres.

Un día llegué con mi caribe a los arrancones dispuesto a participar. Aunque la traía más o menos arreglada, apenas le había modificado el motor. Un flowmaster y un ventilador en la toma de aire. Llegué con Pitus y con Juan, la gente nos volteó a ver porque éramos nuevos. Para pronto el Pitus se aferró una chamaca. El Juan era más lento. Yo platiqué con un grupito de chavas y en eso llegaron sus machines.

-¿ Y tú que barrio? A poco con eso piensas competir.
- Pues a ver que sale.
- En esa chingadera no le ganas ni a una bicicleta.
- Pero sí a ese pinche tsuru madreado - dije señalando el carro de dónde vi que salió.
- ¿Madreado? Con ese cabrón he ganado buen billete... te la juego ¿o te pandeas?
- Pa' luego es tarde loco.
- ¿A cuanto levantas esa chatarra?
- 140 km/h.

En eso la banda se empezó a reir, algunos en voz alta otros como diciendo "pinche pendejo". En eso señalo a uno de los amigos del cabrón que me retó y le digo.

- Tú.
- ¿Yo qué cabrón?
- Tú te vas a subir conmigo para que veas que mi caribe levanta los 140.
- No mames, en una vuelta no vas a levantar los 140.
- Tú te subes.
- 1,000 varos a que no los levantas.
- Trato.

En eso Pitus se me acerca y me dice en tono bajo.

- No mames Lover, te van a chingar.
- Tu tranquilo mi Pitus.
- Tú sabrás... pero yo nomás te digo.

Y en eso se voltea con el wey que me las iba a jugar y apuesta 3,000 varos a que yo gano y 5,000 a que llego a 140 km/h.

Nos trepamos cada quien a su carro y yo con mi copiloto. La banda se comenzó a prender, se pusieron a los lados y comenzó el desmadre. El wey del tsuru hacia sonar a todo lo que daba la máquina de su carro. Yo nomás le aceleraba para lubricar. La chava del pantalon de cuero llega con la bandera hecha con una playera y se pone en medio de los carros. Voltea a ver al tsuru, me voltea a ver a mí, sonríe y agita la bandera con energía.

Las llantas se deshacen al primer arrancón, las inconfundibles rayas oscuras se marcan justo detrás de nosotros. El humo olor a caucho quemado se expande por el lugar y la gente salta de emoción. Gritos que se escuchan cada vez más lejanos.

Meto el acelerador a fondo, rápidamente meto el clutch cambio a segunda y sigo acelerando. Apenas dura unos segundos cuando la revolucionada máquina pide la tercera. A mi derecha el tsuru me aventaja como por un metro. Dejo que la máquina se revolucione hasta los 5,000 y hago el cambio a cuarta. En ese cambio el tsuru parece alejarse aún más. Decido seguir pisando el acelerador sin compasión. Las vueltas son bruscas y el carro derrapa. A toda velocidad apenas puedes controlar o medir cada centímetro. El volante comienza a vibrar, los músculos de los brazos se tensan y empieza ese pequeño dolor en las manos debida a la presión para sostener el volante. Comienzo a ganar terreno, me acerco al tsuru. El conductor me voltea a ver y en ese pequeño descuido cae en un ligero bache. Lo rebaso, falta sólo una curva para seguir derecho hasta la meta. Ya viene la curva, freno con motor, meto velocidad y piso el acelerador. Sigo ganando pero allí viene el tsuru a toda velocidad. Ya sólo es la recta, acelero hasta sentir que ya no hay lugar para el pedal, la meta está a unos metros, sigo ganando. El tsuru hace una maniobra bestial y en los últimos metros gana la carrera mientras la mujer del pantalón de cuero agita la bandera.

- Ja! te la chingaste hermano! Ni ganaste la carrera ni llegaste a 140.

La gente parece en una fiesta y todos celebran, gritan... pero pronto los dejamos atrás de nuevo. Yo sigo con el pie en el acelerador, la mano izquierda al volante y la derecha en la palanca de velocidades.

- Ya estuvo hermano, nomás era una vuelta. Perdiste.

Meto la última velocidad y agarro el volante con las dos manos. El marcador llega a los 120, la máquina y el volante comienzan a vibrar. Comienza a dolerme la pierna derecha por ejercer tanta presión sobre el acelerador pero nada importa ahora. Alla viene la curva, si la agarro abierta no perderé tanta velocidad. Aquí viene... el rechinido de las llantas es furioso, el copiloto se pega contra su ventana, y yo trato de mantener el cuerpo en posición y con la vista siempre al frente.

- ¡Cuidado pinche loco!

El volante hace berrinche y con cada imperfección en el pavimento quiere girar hacia cualquier lado, pero yo lo agarro lo más fuerte que puedo y apenas se mueve unos centímetros. El marcador llega a los 130 pero parece que ya no quiere dar mas. "Como chingados que no". Pasamos la meta otra vez, la gente parece inmóvil, como estatuas que sólo nos siguen con los ojos. La chica del pantalón de cuero ya no agita la bandera. Y una vez más se pierden en la distancia.

- ¡Ya párale cabrón! ¡Nos vamos a morir!

El copiloto parece más blanco que cuando se subió al carro. Mi pie castiga al acelerador como si quisiera hundirlo en la misma lámina. El medidor de temperatura comienza a moverse pero no así el velocímetro que sigue en 130. La curva de nuevo... esta vez no será posible tomarla, es demasiada velocidad. Sigo derecho y espero la siguiente oportunidad para poder dar vuelta y dirigirme a la meta, tendré así más tiempo para acelerar y no morir en una curva suicida. Por fin llego al lugar indicado. Las llantas lloran de nuevo y por un momento siento que las dos llantas de mi lado estan en el aire... ya való madre. Pero no. Tocan de nuevo el suelo y acelero como el mismo demonio. Es una buena recta, meto velocidad con la máquina a toda revolución. Ruge el motor, el marcador de la temperatura sigue en ascenso pero también el velocímetro. Y llegamos a 120..127...132...135...135...135... la meta está cerca, la gente se hace más grande a cada segundo la temperatura me dice que todo va mal.... pero el velocímetro me dice lo contrario. Y como si fuera una piedra mi pie sobre el acelerador no se mueve. Llegamos a los 140. Por fin 140. Y luego se escucha un ruido metálico bajo el cofre y unos chorros de humo blanco se escapan por las orillas de la lámina. La máquina ya no ruge y no podemos ver nada. Toco un poco el freno y el carro se descontrola unos centímetros pero agarro fuerte el volante. Ahora todo el camino está en mi mente. El velocímetro baja a 100... 90... piso el freno de nuevo, baja la velocidad y decido meter freno de mano. El jalón es tan fuerte que el carro comienza a girar, los rechinidos son muy fuertes y sólo estamos esperando el sonido del golpe de la lamina con alguna otra cosa solida, ya sea carro, poste, cemento, personas.

No sé cuántos giros fueron pero al fin se detiene. No hubo golpe seco. El copiloto tiene los ojos cerrados y está fuertemente agarrado a la puerta. A mi me duelen las manos y el pie. No escucho nada, veo por la ventana humo blanco, huelo el olor a balata y llanta quemada. Abro la puerta con dificultad, no sé dónde estoy. Recargo la mano sobre el cofre y me quemo.

Poco a poco comienzo a reconocer el lugar. A lo lejos la gente inmóvil nos está mirando. Lo primero que escucho después del trance es el grito de júbilo de Pitus. Agita fuerte el brazo en el aire y corre hacía mi. Detrás de él toda la gente.

Llegan y me rodean, eso de nuevo me desorienta y siento palmadas en la espalda. Toda la gente me felicita, Pitus toma mi brazo derecho y lo levanta como símbolo de victoria.

- ¡Eres la mamada Lover, eres la pinche mamada!

La caribe está ahí toda agotada, el copiloto por fin se baja más blanco que un fantasma y antes de que se pierda entre la multitud le digo.

- Ve y dile a tu compa a cuánto llegamos. Ve y dile que mi pinche chatarra te sacó un buen pedo.

Capítulo treinta y nueve

martes, 2 de septiembre de 2008

- Son dos o tres hermanos. La mueven en San Miguel. Quieren hacer alianza con el Álamo.

- ¿Son dos o son tres?

- Dos o tres.

- Necesito saber exactamente.

- Investiga.

- Eso se cobra aparte.

- Entonces son dos.

- Entonces sólo quiebro a dos.

- 5,000 por que sean dos o tres.

- Quítame los intereses y voy a hacer los jales que siguen sin importar el número.

- ¿Quién te enseñó a negociar Lover?

- La calle.

- No hay duda, aprendiste de la mejor escuela.

- Entonces, ¿aceptas?

- Está bien, pero la espiada te la avientas también tú.

- No, no hay trato, así me ubicarían fácil.

- Te ofrezco intereses al 20% y yo investigo.

- Al 10%

- Lover, no te quieras pasar de listo. ¿Sí sabes con quién estás tratando cabrón? Acuérdate que ese dinero me lo debes y vas a pagar a quieras o no.

- Yo no te he dicho que no te voy a pagar Adrián, pero me quieres pagar muy barato el servicio.

- Al 20% y tú investigas. Si tratas de negociar el precio te rompo la cara cabroncito.

- Pero hace un momento dijiste que tú investigabas…

- Hace un momento, ahorita ya es otro momento. Y esa es mi oferta tómala o tómala, estoy siendo generoso Lover, ni al Pitus le he perdonado los intereses, así que si andas diciendo por ahí que me ablandaste el corazón voy a tener que cobrártelos al 40%. Tu plazo es el martes.

- ¿Ya el próximo?

- Ni modo que hoy mismo, a menos que seas muy cabrón.

- ¿Cómo se llaman?

- No viene en el precio, eso se cobra aparte.

- No mames Adrián...

Se levantó bruscamente, me agarró de la playera y me jaló para con él.

- No me vuelvas a decir “no mames Adrián” o te lavo la boca con plomo recabrón. – me aventó a la silla otra vez, resopló para sacarse el coraje, quedamos en silencio por unos segundos y dijo- Mi Lover, todos andamos muy estresados por el bisne, pero tenemos que guardarnos respeto.

- Esta bueno Adrián…

- Sergio, Eduardo y Alejandro… es todo lo que sé. Pregúntale al “Marqués” él fue el que investigó lo otro. Pero no se confíe mi Lover, es la última vez, las siguientes ya es como quedamos, usted investiga y usted hace el jale.

No cabe duda. Adrián seguía siendo el jefe, el padrote, el chulo.

Capítulo 38

lunes, 25 de agosto de 2008

Javier llevaba tres años pretendiendo a Sara, no era muy agraciado, tenía los brazos cortos, una espalda muy ancha de hacer ejercicio en el gimnasio y un cuello como de tortuga; pero eso sí, era muy amable con Sara además de gentil, noble, caballero... galante, no bebía ni fumaba.

Se desvivía por Sara, a cualquier hora iba a recogerla de la escuela, de su trabajo, de su casa y él siempre pagaba el pasaje del camión. No dudaba en ayudarle con su tarea de la escuela y ella siempre aceptaba ir a comer una nieve al parque con él.

Tres años día y noche a su merced. Durante ese tiempo Javier jamás se atrevió a declarle su amor a Sara aunque eso ni era necesario. Todo mundo lo sabía. Sara lo sabía. Quizá ella también lo amaba o es nada más que le tenía compasión y por eso durante ese tiempo Sara no había tenido un sólo novio, pero pretendientes no le faltaban pues, aunque no era muy bonita, tenía lo suyo y era una muchachita bastante decente y no salía con cualquiera, sólo con su eterno "mejor amigo" Javier.

El muchacho no me caía mal, de hecho jamás me había hecho una mala cara pero la verdad es que no nos caíamos bien. Su forma de vestir, de hablar y de sentirse un adonis de puro músculo (y un par de bracitos) me hacía sentir como una piedra en el zapato. El problema estaba en que nunca me había dado un motivo suficiente como para ponerle una chinga. Siempre es reconfortante pegarle una buena golpiza a los musculitos. Sí, tienen fuerza, pero están tiesos como un palo.

Entonces se me ocurrió. Era yo un hijo de puta. Sarita trabajaba en una tienda de ropa y salía todos los días a las ocho de la noche, ella era quien cerraba pues era trabajadora de confianza. Desde las siete con cuarenta y cinco Javier la esperaba afuera de la tienda y a veces la ayudaba a cerrar las cortinas. Justo en frente tomaban el camión y Javier la acompañaba hasta su casa. Esa era la rutina de los lunes, miércoles y viernes. Con el olfato fino seguí a mi presa. Lo primero fue hablar con los maestros: "¿qué pasa profe? necesito que me haga un favorcito... esta Sara... pues como que se me hace que no va a pasar la materia ¿o usted como ve profe?" "pues lleva nueve... pero tienes razón, como que no está aprendiendo lo suficiente" "es lo que le decía profe... ahí le va... para que se aliviane" "gracias Lover... tú si eres gente" Y así conseguí acercarme a ella. Después los pretextos para verla más seguido eran sencillos y estúpidos. Dos meses fueron suficientes. Dos meses para la muchachita decente.

Javier era pendejo pero no tanto, sabía que estaba pisando en su terreno y pronto comenzó a hablarle mal de mí a Sarita. Ella no le hizo caso. Javier me veía con ojos de pistola cada que nos topábamos y si antes no me mostraba respeto, ahora me despreciaba.

Era miércoles. Llegué a la tienda de ropa donde trabaja Sarita a las siete con veinte y le dije que la invitaba a cenar. Me dijo que no la dejaban sus papás, porque ya era tarde. Le dije que cerrara temprano y alcazábamos bien. Sí quería pero le gustaba que le rogara, y mi me encantaba rogarle. Por fin aceptó cerrar temprano, le ayude a bajar las cortinas y bajamos las pastillas para apagar la luz de todo el local. Y la oscuridad es siempre la mejor aliada para esos "jueguitos" y esos rosamientos "accidentales" que después se convierten en un acto de sexo un tanto... salvaje.

Mientras la tenía sobre el mostrador y la embestía lo más duro que podía ella se aguantaba para no hacer ruido y se mordía el labio inferior para no dejar escapar un sólo gemido, entonces me le acerqué al oído y le dije "no te reprimas... grita... eso me gusta" Y con mi dedo pulgar sobre su labio intenté abrir su boca. Luego ella ya no se aguantó las ganas y cantó para mi. Terminamos esa excelente sesión y le dije que se vistiera mientras yo salía a tomar un poco de aire.

Salí por la pequeña puerta de la cortina de metal y ví la calle vacía. Observé mi reloj y marcaba las ocho diesisiete. Todo marchaba perfecto. Eché una mirada y en la esquina de en frente, en la parada del camión vi una sombra y unos pequeños ojos que con rabia me miraban. En la mano derecha un ramo de flores sacudidas. El puño izquierdo bien apretado. La espalda ancha se hinchaba a cada respiro agitado. Yo me le quedé viendo mientras con la mano acomodaba mi cabello y le sonreí amistosamente. Luego salió Sara arreglando su peinado y cerrando apresuradamente la puerta. "Vámonos corazón... será mejor tomar el camión en la otra calle, aquí ya está muy solo"

Dicen los que lo conocen que Javier le iba a declarar su amor a Sara un miércoles. Dicen que como siempre estuvo ahí a las siete cuarenta y cinco. Dicen que lo encontraron el jueves todo borracho y orinado... que tuvieron que llevarlo a la cruz verde para que le bajaran la borrachera.

Y Sara... de ella ya no supe nada después del viernes.