El negocio iba creciendo. El barrio comenzaba a ganar buena fama y respeto. Los que trabajábamos duro ganábamos buen billete. Y con el billete vienen los regalos para uno mismo. Aunque siempre me gustó andar en "patín del diablo" me dieron ganas de comprar un carrito. Las "caribe" siempre me gustaron porque las podías modificar con poco dinero.
- Que pasa güero...¿cómo andas?
- Ps aquí mi Lover, chingándole.
- Como debe ser loco... oye pirata, vengo por la feria.
- Híjole Lover, lo que pasa que ha estado bien malo el jale.
- En todos lados pirata, pero necesito que me des un adelanto.
- Vente el lunes y te doy una buena feria.
- Nombre... falta mucho y ando corto. ¿No tienes finanzas?
- No me ha caído nada...
- ¿Y este carrito de quien es?
- Ps mío.
- Ps vamos haciendo bisne pirata.
- Ese no lo vendo... lo quería arreglar.
- Pero tu luego agarras otro más chingón... vamos con este ¿o que?
- Me agarras a boca de jarro Lover...
- Te doy siete mil bolas y quedamos a mano con la deuda.
- Como crees Lover... me lo quieres tomar muy barato... mínimo sale en unos 17 varos, esta bueno de la máquina y no está picado. Súbele tantito.
- 7,500 y no se diga más... luego los intereses...
- Chale.
Yo no sabía manejar del todo bien, apenas uno que otro carro que nos habíamos chingado pero con la "caribe" agarré práctica. Y luego los arrancones.
Los arrancones se hacían los viernes en una avenida de un fraccionamiento nuevo. La banda se juntaba en el parque y aunque al principio los vecinos nos la hacían de tos, terminaron por ceder.
Las apuestas estaban a la orden del día, los tsurus, golfs, caribes, jettas y vochos modificados se daban cita en el lugar y hacían rugir sus motores. Eran los arrancones de los pobres.
Un día llegué con mi caribe a los arrancones dispuesto a participar. Aunque la traía más o menos arreglada, apenas le había modificado el motor. Un flowmaster y un ventilador en la toma de aire. Llegué con Pitus y con Juan, la gente nos volteó a ver porque éramos nuevos. Para pronto el Pitus se aferró una chamaca. El Juan era más lento. Yo platiqué con un grupito de chavas y en eso llegaron sus machines.
-¿ Y tú que barrio? A poco con eso piensas competir.
- Pues a ver que sale.
- En esa chingadera no le ganas ni a una bicicleta.
- Pero sí a ese pinche tsuru madreado - dije señalando el carro de dónde vi que salió.
- ¿Madreado? Con ese cabrón he ganado buen billete... te la juego ¿o te pandeas?
- Pa' luego es tarde loco.
- ¿A cuanto levantas esa chatarra?
- 140 km/h.
En eso la banda se empezó a reir, algunos en voz alta otros como diciendo "pinche pendejo". En eso señalo a uno de los amigos del cabrón que me retó y le digo.
- Tú.
- ¿Yo qué cabrón?
- Tú te vas a subir conmigo para que veas que mi caribe levanta los 140.
- No mames, en una vuelta no vas a levantar los 140.
- Tú te subes.
- 1,000 varos a que no los levantas.
- Trato.
En eso Pitus se me acerca y me dice en tono bajo.
- No mames Lover, te van a chingar.
- Tu tranquilo mi Pitus.
- Tú sabrás... pero yo nomás te digo.
Y en eso se voltea con el wey que me las iba a jugar y apuesta 3,000 varos a que yo gano y 5,000 a que llego a 140 km/h.
Nos trepamos cada quien a su carro y yo con mi copiloto. La banda se comenzó a prender, se pusieron a los lados y comenzó el desmadre. El wey del tsuru hacia sonar a todo lo que daba la máquina de su carro. Yo nomás le aceleraba para lubricar. La chava del pantalon de cuero llega con la bandera hecha con una playera y se pone en medio de los carros. Voltea a ver al tsuru, me voltea a ver a mí, sonríe y agita la bandera con energía.
Las llantas se deshacen al primer arrancón, las inconfundibles rayas oscuras se marcan justo detrás de nosotros. El humo olor a caucho quemado se expande por el lugar y la gente salta de emoción. Gritos que se escuchan cada vez más lejanos.
Meto el acelerador a fondo, rápidamente meto el clutch cambio a segunda y sigo acelerando. Apenas dura unos segundos cuando la revolucionada máquina pide la tercera. A mi derecha el tsuru me aventaja como por un metro. Dejo que la máquina se revolucione hasta los 5,000 y hago el cambio a cuarta. En ese cambio el tsuru parece alejarse aún más. Decido seguir pisando el acelerador sin compasión. Las vueltas son bruscas y el carro derrapa. A toda velocidad apenas puedes controlar o medir cada centímetro. El volante comienza a vibrar, los músculos de los brazos se tensan y empieza ese pequeño dolor en las manos debida a la presión para sostener el volante. Comienzo a ganar terreno, me acerco al tsuru. El conductor me voltea a ver y en ese pequeño descuido cae en un ligero bache. Lo rebaso, falta sólo una curva para seguir derecho hasta la meta. Ya viene la curva, freno con motor, meto velocidad y piso el acelerador. Sigo ganando pero allí viene el tsuru a toda velocidad. Ya sólo es la recta, acelero hasta sentir que ya no hay lugar para el pedal, la meta está a unos metros, sigo ganando. El tsuru hace una maniobra bestial y en los últimos metros gana la carrera mientras la mujer del pantalón de cuero agita la bandera.
- Ja! te la chingaste hermano! Ni ganaste la carrera ni llegaste a 140.
La gente parece en una fiesta y todos celebran, gritan... pero pronto los dejamos atrás de nuevo. Yo sigo con el pie en el acelerador, la mano izquierda al volante y la derecha en la palanca de velocidades.
- Ya estuvo hermano, nomás era una vuelta. Perdiste.
Meto la última velocidad y agarro el volante con las dos manos. El marcador llega a los 120, la máquina y el volante comienzan a vibrar. Comienza a dolerme la pierna derecha por ejercer tanta presión sobre el acelerador pero nada importa ahora. Alla viene la curva, si la agarro abierta no perderé tanta velocidad. Aquí viene... el rechinido de las llantas es furioso, el copiloto se pega contra su ventana, y yo trato de mantener el cuerpo en posición y con la vista siempre al frente.
- ¡Cuidado pinche loco!
El volante hace berrinche y con cada imperfección en el pavimento quiere girar hacia cualquier lado, pero yo lo agarro lo más fuerte que puedo y apenas se mueve unos centímetros. El marcador llega a los 130 pero parece que ya no quiere dar mas. "Como chingados que no". Pasamos la meta otra vez, la gente parece inmóvil, como estatuas que sólo nos siguen con los ojos. La chica del pantalón de cuero ya no agita la bandera. Y una vez más se pierden en la distancia.
- ¡Ya párale cabrón! ¡Nos vamos a morir!
El copiloto parece más blanco que cuando se subió al carro. Mi pie castiga al acelerador como si quisiera hundirlo en la misma lámina. El medidor de temperatura comienza a moverse pero no así el velocímetro que sigue en 130. La curva de nuevo... esta vez no será posible tomarla, es demasiada velocidad. Sigo derecho y espero la siguiente oportunidad para poder dar vuelta y dirigirme a la meta, tendré así más tiempo para acelerar y no morir en una curva suicida. Por fin llego al lugar indicado. Las llantas lloran de nuevo y por un momento siento que las dos llantas de mi lado estan en el aire... ya való madre. Pero no. Tocan de nuevo el suelo y acelero como el mismo demonio. Es una buena recta, meto velocidad con la máquina a toda revolución. Ruge el motor, el marcador de la temperatura sigue en ascenso pero también el velocímetro. Y llegamos a 120..127...132...135...135...135... la meta está cerca, la gente se hace más grande a cada segundo la temperatura me dice que todo va mal.... pero el velocímetro me dice lo contrario. Y como si fuera una piedra mi pie sobre el acelerador no se mueve. Llegamos a los 140. Por fin 140. Y luego se escucha un ruido metálico bajo el cofre y unos chorros de humo blanco se escapan por las orillas de la lámina. La máquina ya no ruge y no podemos ver nada. Toco un poco el freno y el carro se descontrola unos centímetros pero agarro fuerte el volante. Ahora todo el camino está en mi mente. El velocímetro baja a 100... 90... piso el freno de nuevo, baja la velocidad y decido meter freno de mano. El jalón es tan fuerte que el carro comienza a girar, los rechinidos son muy fuertes y sólo estamos esperando el sonido del golpe de la lamina con alguna otra cosa solida, ya sea carro, poste, cemento, personas.
No sé cuántos giros fueron pero al fin se detiene. No hubo golpe seco. El copiloto tiene los ojos cerrados y está fuertemente agarrado a la puerta. A mi me duelen las manos y el pie. No escucho nada, veo por la ventana humo blanco, huelo el olor a balata y llanta quemada. Abro la puerta con dificultad, no sé dónde estoy. Recargo la mano sobre el cofre y me quemo.
Poco a poco comienzo a reconocer el lugar. A lo lejos la gente inmóvil nos está mirando. Lo primero que escucho después del trance es el grito de júbilo de Pitus. Agita fuerte el brazo en el aire y corre hacía mi. Detrás de él toda la gente.
Llegan y me rodean, eso de nuevo me desorienta y siento palmadas en la espalda. Toda la gente me felicita, Pitus toma mi brazo derecho y lo levanta como símbolo de victoria.
- ¡Eres la mamada Lover, eres la pinche mamada!
La caribe está ahí toda agotada, el copiloto por fin se baja más blanco que un fantasma y antes de que se pierda entre la multitud le digo.
- Ve y dile a tu compa a cuánto llegamos. Ve y dile que mi pinche chatarra te sacó un buen pedo.
Capítulo 40.
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Capítulo treinta y nueve
- Son dos o tres hermanos. La mueven en San Miguel. Quieren hacer alianza con el Álamo.
- ¿Son dos o son tres?
- Dos o tres.
- Necesito saber exactamente.
- Investiga.
- Eso se cobra aparte.
- Entonces son dos.
- Entonces sólo quiebro a dos.
- 5,000 por que sean dos o tres.
- Quítame los intereses y voy a hacer los jales que siguen sin importar el número.
- ¿Quién te enseñó a negociar Lover?
- La calle.
- No hay duda, aprendiste de la mejor escuela.
- Entonces, ¿aceptas?
- Está bien, pero la espiada te la avientas también tú.
- No, no hay trato, así me ubicarían fácil.
- Te ofrezco intereses al 20% y yo investigo.
- Al 10%
- Lover, no te quieras pasar de listo. ¿Sí sabes con quién estás tratando cabrón? Acuérdate que ese dinero me lo debes y vas a pagar a quieras o no.
- Yo no te he dicho que no te voy a pagar Adrián, pero me quieres pagar muy barato el servicio.
- Al 20% y tú investigas. Si tratas de negociar el precio te rompo la cara cabroncito.
- Pero hace un momento dijiste que tú investigabas…
- Hace un momento, ahorita ya es otro momento. Y esa es mi oferta tómala o tómala, estoy siendo generoso Lover, ni al Pitus le he perdonado los intereses, así que si andas diciendo por ahí que me ablandaste el corazón voy a tener que cobrártelos al 40%. Tu plazo es el martes.
- ¿Ya el próximo?
- Ni modo que hoy mismo, a menos que seas muy cabrón.
- ¿Cómo se llaman?
- No viene en el precio, eso se cobra aparte.
- No mames Adrián...
Se levantó bruscamente, me agarró de la playera y me jaló para con él.
- No me vuelvas a decir “no mames Adrián” o te lavo la boca con plomo recabrón. – me aventó a la silla otra vez, resopló para sacarse el coraje, quedamos en silencio por unos segundos y dijo- Mi Lover, todos andamos muy estresados por el bisne, pero tenemos que guardarnos respeto.
- Esta bueno Adrián…
- Sergio, Eduardo y Alejandro… es todo lo que sé. Pregúntale al “Marqués” él fue el que investigó lo otro. Pero no se confíe mi Lover, es la última vez, las siguientes ya es como quedamos, usted investiga y usted hace el jale.
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Capítulo 38
Javier llevaba tres años pretendiendo a Sara, no era muy agraciado, tenía los brazos cortos, una espalda muy ancha de hacer ejercicio en el gimnasio y un cuello como de tortuga; pero eso sí, era muy amable con Sara además de gentil, noble, caballero... galante, no bebía ni fumaba.
Se desvivía por Sara, a cualquier hora iba a recogerla de la escuela, de su trabajo, de su casa y él siempre pagaba el pasaje del camión. No dudaba en ayudarle con su tarea de la escuela y ella siempre aceptaba ir a comer una nieve al parque con él.
Tres años día y noche a su merced. Durante ese tiempo Javier jamás se atrevió a declarle su amor a Sara aunque eso ni era necesario. Todo mundo lo sabía. Sara lo sabía. Quizá ella también lo amaba o es nada más que le tenía compasión y por eso durante ese tiempo Sara no había tenido un sólo novio, pero pretendientes no le faltaban pues, aunque no era muy bonita, tenía lo suyo y era una muchachita bastante decente y no salía con cualquiera, sólo con su eterno "mejor amigo" Javier.
El muchacho no me caía mal, de hecho jamás me había hecho una mala cara pero la verdad es que no nos caíamos bien. Su forma de vestir, de hablar y de sentirse un adonis de puro músculo (y un par de bracitos) me hacía sentir como una piedra en el zapato. El problema estaba en que nunca me había dado un motivo suficiente como para ponerle una chinga. Siempre es reconfortante pegarle una buena golpiza a los musculitos. Sí, tienen fuerza, pero están tiesos como un palo.
Entonces se me ocurrió. Era yo un hijo de puta. Sarita trabajaba en una tienda de ropa y salía todos los días a las ocho de la noche, ella era quien cerraba pues era trabajadora de confianza. Desde las siete con cuarenta y cinco Javier la esperaba afuera de la tienda y a veces la ayudaba a cerrar las cortinas. Justo en frente tomaban el camión y Javier la acompañaba hasta su casa. Esa era la rutina de los lunes, miércoles y viernes. Con el olfato fino seguí a mi presa. Lo primero fue hablar con los maestros: "¿qué pasa profe? necesito que me haga un favorcito... esta Sara... pues como que se me hace que no va a pasar la materia ¿o usted como ve profe?" "pues lleva nueve... pero tienes razón, como que no está aprendiendo lo suficiente" "es lo que le decía profe... ahí le va... para que se aliviane" "gracias Lover... tú si eres gente" Y así conseguí acercarme a ella. Después los pretextos para verla más seguido eran sencillos y estúpidos. Dos meses fueron suficientes. Dos meses para la muchachita decente.
Javier era pendejo pero no tanto, sabía que estaba pisando en su terreno y pronto comenzó a hablarle mal de mí a Sarita. Ella no le hizo caso. Javier me veía con ojos de pistola cada que nos topábamos y si antes no me mostraba respeto, ahora me despreciaba.
Era miércoles. Llegué a la tienda de ropa donde trabaja Sarita a las siete con veinte y le dije que la invitaba a cenar. Me dijo que no la dejaban sus papás, porque ya era tarde. Le dije que cerrara temprano y alcazábamos bien. Sí quería pero le gustaba que le rogara, y mi me encantaba rogarle. Por fin aceptó cerrar temprano, le ayude a bajar las cortinas y bajamos las pastillas para apagar la luz de todo el local. Y la oscuridad es siempre la mejor aliada para esos "jueguitos" y esos rosamientos "accidentales" que después se convierten en un acto de sexo un tanto... salvaje.
Mientras la tenía sobre el mostrador y la embestía lo más duro que podía ella se aguantaba para no hacer ruido y se mordía el labio inferior para no dejar escapar un sólo gemido, entonces me le acerqué al oído y le dije "no te reprimas... grita... eso me gusta" Y con mi dedo pulgar sobre su labio intenté abrir su boca. Luego ella ya no se aguantó las ganas y cantó para mi. Terminamos esa excelente sesión y le dije que se vistiera mientras yo salía a tomar un poco de aire.
Salí por la pequeña puerta de la cortina de metal y ví la calle vacía. Observé mi reloj y marcaba las ocho diesisiete. Todo marchaba perfecto. Eché una mirada y en la esquina de en frente, en la parada del camión vi una sombra y unos pequeños ojos que con rabia me miraban. En la mano derecha un ramo de flores sacudidas. El puño izquierdo bien apretado. La espalda ancha se hinchaba a cada respiro agitado. Yo me le quedé viendo mientras con la mano acomodaba mi cabello y le sonreí amistosamente. Luego salió Sara arreglando su peinado y cerrando apresuradamente la puerta. "Vámonos corazón... será mejor tomar el camión en la otra calle, aquí ya está muy solo"
Dicen los que lo conocen que Javier le iba a declarar su amor a Sara un miércoles. Dicen que como siempre estuvo ahí a las siete cuarenta y cinco. Dicen que lo encontraron el jueves todo borracho y orinado... que tuvieron que llevarlo a la cruz verde para que le bajaran la borrachera.
Y Sara... de ella ya no supe nada después del viernes.
Publicado por Lover en 22:24 5 comentarios
Capítulo treinta y siete.
Doña Pina tenía 37 años y dos hijas, una de 15 y otra de 13. Era una de las tantas prostitutas que trabajaban para el Adrián. Llevaba tres días indispuesta, al principio creimos que era por "la enfermedad de todas las mujeres" pero de todos modos se nos hizo raro que no saliera a trabajar a su esquina. Adrián estaba molesto con la situación porque estaba perdiendo dinero así que me mando con Doña Pina, o mejor dicho con "Esmeralda" para ver que estaba pasando.
Cuando llegué a la puerta de su casa toqué no muy fuerte para no intimidar ni ser grosero, porque ante todo mientras estuviera en su casa era una dama. Toque varias veces y nadie abría ni contestaba, después a la cuarta vez escuché que alguien se acercaba a la puerta y en tono molesto gritaba "ya voy, ya voy".
Esmeralda con los ojos hinchados y el rimel escurrido me abrió la puerta. Al ver que era yo y no Adrián trató de cambiar su expresión por una más amable y me dijo:
- Lover, eres tú, pensé que eras Adrián.
- No Esme, soy yo... pero de todos modos, como si fuera el Adrián.
- Ah... te mandó él.
- Sí Esme, quiere saber que pasa con la chamba.
- ¿Pues qué pasa de qué?
- Pues no has hecho guardia en tu lugar.
- Ah... eso... es que... ahorita no puedo trabajar... cosa de mujeres.
- Esme... sabes que yo te respeto, y tú sabes que no es por eso.
- Tú que vas a saber chamaco...
- Mira Esme, ya sabes como es Adrián y si le digo eso no se la va a tragar, mejor vamos hablando bien y yo te echo la mano...
Se quedó pensando un instante y luego dijo - Pásale pues...
Su casa no tenía muchas cosas pero lo poco que tenía estaba bastante ordenado y limpio, me invitó a sentarme y me ofreció algo de tomar, para devolver la hospitalidad yo le ofrecí algo más:
- ¿Quieres un churrito Esme?
- Te voy a aceptar uno... para destensarme
Lo encendió, le dió la primera calada y dejó que la hierba hiciera lo suyo.
- A ver Esme, ahora sí... que pasó.
Ella buscó las palabras y después de un instante de silencio comenzó.
- Ya me cansé Lover... ya me cansé de todo esto. ¿Sabes cuánto tiempo llevo haciendo esto? Desde que tengo 13 años y ya no puedo Lover, ya no quiero.
- Esme... aquí en el barrio no trabaja ninguna menor de 18 años, Adrián siempre se ahorra problemas con la tira.
- ¿Y quien dijo que yo trabajara aquí? No Lover, yo soy foránea. Soy de Veracruz.
- ¿Ah sí? no sabía Esme...
- Desde los 13 años trabajo en la esquina, en el talón. Vine para acá tratando de huir de todo eso, pero aquí en la ciudad la vida es dura. No terminé ni la primaria, estaba sola y no podía encontrar un buen trabajo, tampoco tenía donde vivir. Tuve que hacer lo único que sabía hacer: talonear. Así conocí a Adrián. Y así comencé otra vez en esto. Una puta.
- Esme... pero bien o mal aquí no te falta nada. Tienes amigos, ganas un buen dinero y tienes donde vivir... es mejor que estar en la calle.
- Que sea mejor que algo más jodido no significa que sea bueno Lover. Además... llevo tanto tiempo sola
- Ya encontrarás a alguien Esme... eres muy buena persona y además... todavía estás de buen ver.
Soltó una risa y me respondió - Ay Lover... que cosas dices ¿quién va a querer a una puta? dime quién... he tenido a tantos... pero el corazón no se renta Lover.
- Tu con calma Esme... vas a ver que va a llegar el bueno.
- Uno bueno... uno que no me pague, que no sea por una hora, que no me diga "princesa" por unos billetes... estoy cansada de todo eso.
Fumó de nuevo el cigarro de hierbamala, los ojos se le ponían rojos... no supe si de tristeza o por la fumada. Nos quedamos en silencio y me levanté con dirección a la puerta.
- ¿Qué le vas a decir al Adrián?
- Que el corazón no se renta...
Soltó una leve sonrisa y yo salí con dirección a la casa de Adrián.
- ¿Que pasó con la puta esta?
- Tiene infección.
- ¿Y eso que chingados importa? ni que fuera a venir salubridad a revisarnos.
- Yo le dije que estaba bien, que trabajara hasta que se curara.
- ¿Eres pendejo Lover o nomás me quieres hacer encabronar? ¡Piensa en el negocio! ¡Estamos dejando ir mucho billete!
- Si le ofrecemos mala mercancía a los clientes se van a espantar y vamos a tener que agarrar a puro cabrón sin dinero que no va a querer pagar el servicio o nos van a querer pagar una chingadera. Piensa en el negocio. Hay que cuidar la mercancía.
- Puede que tengas razón Lover... te me vas como cuete a la farmacia y te compras las medicinas que necesite para que trabaje lo antes posible. Chingado, si ese era el problema haberme dicho antes. Yo pensé que ya andaba con esas pendejadas de sentimentalismo que les pega a las putas... esa chingadera se contagia como virus.
Publicado por Lover en 22:08 7 comentarios
Capítulo 36
- Mira mi chavo, te quedaron 5 materias y así te van a retener el semestre, ahorita estamos cobrando 500 pesos por materia.
- Está muy caro Lover, haz una rebaja... de compas.
- No es nada personal carnal, pero negocios son negocios.
- Lo que pasa que no alcanzo a juntar la feria, me alcanza para tres materias.
- Pues entonces vas a tener que estudiar para pasar dos extraordinarios.
- ¿No hay manera de un descuento o de pagar en abonos? ya sabes que a mi no se me da eso del estudio.
- Mira "Tavito", tu me caes bien aquí la bronca está en que tengo que reportarme con el maestro y si te hago un descuento pues no le saco nada.
- Chale....
- O es más, vamos haciendo esto, te agarro una "finanza" para que completes lo que te falta. ¿Tienes "finanzas"?
- Pues... ahorita no he agarrado nada.
- El otro día te vi en una patineta ¿está buena?
- Sí mi Lover, pero esa vale un billete.
- ¿Cuánto crees que vale?
- 1,500, la tabla esta buena y las llantas son nuevas, de marca.
- A mi ni me gustan esas chingaderas, pero te la tomo en 800 pesos.
- Cómo crees Lover, me estás chingando con mucha feria.
- Lo que pasa que no me gusta estar batallando para sacar las finanzas... o si no te conviene pues a estudiar mi chavo.
- 1000 pesos y vámonos recio.
- 800, ni un peso más, si te animas me la llevas en la tarde a la casa, porque mañana quien sabe si suba el dolar. Sale, el que sigue.
- Que pasa Pedrito, pásale.
- Lover ¿cómo va el comité?
- Pues aquí echándole ganas, y ¿pa' que soy bueno?
- Fíjate que me quedaron 4 materias, y quería ver si me las pasabas.
- Mira Pedrito, ahorita estamos cobrando 500 pesos por materia... 2,000 pesos y despreocúpate. - No chingues Lover, eso es usura.
- No es usura Pedrito, es soborno, y así está el bisne.
- Mira Lover, aquí el asunto está en que tengo unos conocidos pesados en las oficinas y me dijeron que me podías pasar las materias
- Si puedo, mientras reciba mi pago.
- Creo que no me estoy explicando Lover. Tengo buenos contactos y no vengo a pagarle a nadie, nada más quiero que me hagas el trámite, no busco problemas.
- Mira Pedro, a mi me vale madre si eres hijo del mismo cardenal, mi negocio se maneja con esas cuotas y no hay rebajas ni concesiones. Dile a tus contactos que ellos te hagan el trámite.
- No Lover, no me entiendes. Ellos no se meten en este tipo de bisnes pedorros, ellos se van a lo grande. Yo nada más vengo a que me hagas el trámite y ya.
- Pues lamento decirte que no soy tu secretaria y si no pagas no pasas. Es más, me acaba de llegar un fax donde la cuota subió a 800 pesos por materia.
- No te pases de listo Lover...
- Tienes sólo hoy para pagar a 800 pesos, para mañana te voy a cobrar 1,000. Que pase el siguiente.
- No te la vas a acabar cuando...
- ¿Cuando sepa quienes son "tus contactos"?. No seas pendejo Pedro, yo no soy el que tiene que saber quienes son "tus contactos", eres tú el que debe investigar a los míos. Pásale Perlita, aquí Pedro ya se iba.
- Ya nos veremos las caras...
- Ojalá que no. En fin... Perlita en que te puedo ayudar.
- Pues lo mismo que todos... las materias.
- ¿Qué pasó Perlita? ¿a poco tu repruebas?
- Me falló un poquito este semestre.
- ¿Cuántas?
- Siete.
- Ay cabrón! pues se me hace que reprobaste más de las que metiste.
- ¡Ay que sangrón!
- Era broma Perlita... pues están saliendo en 500 pesos las materias.
- Híjole, esta muy caro... ¿no hay un descuento?
- Lo que pasa que tengo que darle mochada a los profes, y luego no sale para el taco.
- Híjole Lover... ¿pues cómo le hacemos?
Me paré de mi asiento y me dirigí a la puerta. Todavía había tres esperando su turno para pasar.
- A ver chavos, ya es hora de la comida les platico rápido: la cuota de recuperación y gastos administrativos para pasarles la materia es de 500 pesos, échenle cuentas y mañana se vienen con la feria. No hay descuentos.
Los tres chavos se fueron y yo regresé a mi oficina. Cerré la puerta con cuidado y cerré las cortinas mugrosas. Prendí el viejo ventilador ruidoso para que no se encerrara el calor y también para que no se escuchara tanto hacia afuera.
Jamás hubiera imaginado que el escritorio fuera tan amplio.
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Capítulo treinta y cinco
- Sabía que lo harías bien Lover, traes un hervidero por todos lados, andan diciendo que tienes huevos de hierro.
- Supongo que mi deuda contigo ya casi está pagada.
Le dio una fumada a su puro para contener el coraje de que le haya contestado de esa manera tan fría.
- Sería mejor que me hagas la cuenta bien Adrián, para saber cuándo voy a terminar de paga, cuentas claras amistades largas.
- Se me hace que me estás cargando la mano Adrián.
- No Lover, cuentas claras.
- ¿Tienes más jale? Me gusta pagar mis deudas pronto.
- Que no se te suba tanto Lover, apenas te echaste a un pichón y ya te sientes muy gallo. No pierdas el suelo.
- Para nada mi Adrián, es sólo que no me gusta deberle a nadie.
- Yo lo sabía mi Lover, dentro de ti hay un gran cabrón, pero a tu edad mi cuenta era de 7 difuntitos. Tienes mucho que aprender y con la práctica se mejora la técnica. No se te olvide. Trabaja conmigo y vamos a explotar tus habilidades.
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Capítulo 34
Esa noche no pude dormir. No quise dormir. Cada que cerraba los ojos se me venía esa imagen: él me voltea a ver a los ojos con una sonrisa que se apaga drásticamente mientras el impacto de la bala calibre 45 revienta en su pecho. Por un instante sabe que moría y no alcanza a preguntarme ¿por qué?, yo les respondo la pregunta que no hace con la segunda bala pero entonces es ya solo un pedazo de carne que va cayendo en cámara lenta. Todos me voltean a ver, decenas de pares de ojos se inyectan de sangre y sus rostros de terror. El rugido del cañón los paraliza a todos, pero mis oídos se vuelven sordos para no interrumpir al cerebro. Primero mis piernas son muy pesadas, me cuesta levantar la primera para echarme a correr, el segundo paso es más sencillo y para el tercero soy tan ligero como el viento. Pero la escena se repite de nuevo desde el principio.
Por eso ya no quiero dormir.
Al otro día, bajo la luz de la mañana me quité la ropa. Necesitaba un baño para poder despertar. Deseaba que al salir de la regadera estuviera allí mamá Juanita, esperándome para desayunar unos huevos a la mexicana que tan ricos preparaba. Que todo desde hace semanas hubiera sido un sueño. Pero cuando salí de la regadera sólo vi basura sobre la mesa. Me acerqué hasta la cama aún sin secarme y me tiré en la cama perdido mientras observaba el pantalón que me había quitado apenas por la mañana. Luego miré esos pequeños puntos. Levanté el pantalón y lo observé de cerca. Eran gotas de sangre. Me dieron ganas de vomitar y lancé el pantalón hasta la esquina.
Si seguía con ese tormento ninguna muerte habría valido la pena. Si moría de sobredosis, si me suicidaba, si me asesinaban o si moría de tristeza entonces me habría condenado por nada. No podía seguir así. Era hora de salir del capullo. Adrián quería un Lover, el Barrio 14 necesitaba a Lover. Pero ¿estaban preparados para eso? Nadie podría robarme mi gloria, nadie podría decir que ellos crearon a Lover. Con apenas 15 años encima tenía todo el futuro por delante.
Y totalmente solo, con las gotas de agua aun evaporándose de mi cuerpo lo decidí: no habría nadie que me detuviera, no habría jamás nadie por quién detenerme, y todo el Barrio 14 con orgullo diría: sí, Lover salió de este lugar y voy a contarte su historia.
No se fracasa si existe un comienzo.
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